17. ¡Hades! ¡Hedge! ¡Grace!

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— No sé por qué será, pero ahora mismo solo me quiero morir. — dijo Thalia, llevándose una mano a la cabeza. En ese momento estaba en el recreo, entre clase y clase.

— ¿Tal vez porque acabamos de empezar el primer trimestre y ya están planeando todos los exámenes del curso? — respondió Matthew, su único amigo desde el inicio de curso, es decir, de hacía una semana.— No tendremos ni un solo día libre.

— Por eso es por lo que lo digo. Y también por otra cosa. Estamos a inicios de septiembre, pero ¡qué calor hace! No sé cómo puedes ir con pantalón largo.

— No hace calor. Yo tengo frío. — miró hacia otro lado.

— Ayer te estabas quejando del calor que hacía. Y hoy hace más calor que ayer. Siempre vas con pantalón largo. Sabes que los pantalones cortos no muerden ¿no? — bromeó ella.

— ¿Eh? ¡No! Ya sé que no muerden. — lo dijo muy serio, como si no supiera que Thalia estaba bromeando. — Volviendo a lo de los exámenes...

— ¡No intentes cambiar de tema! — exclamó la chica. — Mañana quiero verte venir con pantalón corto. Ni que tuvieras patas de cabra o algo así.

Matthew rió nervioso.

—Ya... — se vio interrumpido por el timbre, que marcaba el final del recreo y el comienzo de otra clase.

Entraron al edificio, y marcharon en silencio hacia el aula. Los pupitres estaban colocados de dos en dos, así que se sentaron juntos, así podrían hablar (entre susurros)

— ¿Qué clase toca ahora? — preguntó la niña — Aún no me he aprendido el horario.

Chuck sacó una hoja de su bolsillo. La desplegó. Ahí tenía apuntado qué clases les tocaban.

— Estamos en la clase optativa. Para los martes, se elegía entre aprender latín o aprender mitología griega/romana. Nosotros tenemos la de mitología.

— Gracias, don sabio Underwood. — agradeció Thalia exagerando el apellido del chico.

Después de un minuto de espera, entró por la puerta el profesor: un señor que parecía estar a punto de jubilarse, con un megáfono enganchado al cinturón, una gorra de béisbol en la mano y, Thalia no entendía por qué, pantalones largos.

Matthew abrió mucho los ojos, pero enseguida relajó la expresión.

— ¡Está bien, yogurines, escuchad! — dijo. — Soy el entrenador Hedge. Además de esta clase, os daré educación física. ¡Y os haré correr hasta que me supliquéis descansar!

Se escucharon murmullos de nerviosismo por toda la clase.

— Pero ahora, — el tono de Hedge se volvió más calmado.— Estamos dando mitología. Empezaré contando uno de los mitos más importantes para los clásicos: el mito del rapto de Perséfone.

Silencio. Toda la clase estaba atenta a la historia que les contaría el profesor.

— Zeus y Deméter tuvieron una hija. Su nombre era Perséfone. Zeus se desocupó de ella enseguida, pero Deméter la cuidaba como... bueno, como una madre cuida a su hija. La joven Perséfone creció como una diosa sana, ella era hermosa, amable, buena con la naturaleza... un poco mimada tal vez, pero no en exceso.

Se escucharon algunas risas con esto último, pero se notaba que los alumnos estaban intrigados con lo que ocurriría. Matthew miró a su compañera. Estaba apoyada en la silla, relajada, escuchando atentamente, pero ya parecía saber lo que ocurriría.

— Lo que no sabían era que alguien se había enamorado de la diosa Perséfone. El hermano de Deméter, Plutón.

Al lado de Underwood, Thalia se puso tensa, pero no dijo nada. Matthew estaba seguro de que el profesor lo había dicho mal a propósito.

Después del final.Where stories live. Discover now