Hank Hawthorne
En la actualidad, siglo XXI
Cuando mi cuerpo entra en contacto con el frío helado que emana este lugar, mis músculos se tensan como acto-reacción. Los recuerdos me invaden uno detrás del otro y los miedos resurgen.
¿Estaré tomando una decisión equivocada?
Mi última visita en vida a esta mansión fue el principio de una muerte larga y dolorosa.
¿Será para Abbie una trampa que la lleve a mi mismo destino?
No puedo permitir eso.
Austin se ve nervioso. La jovencita a mi lado, concentrada en no tropezar con su muleta, no nota las miradas fugaces que él le envía. La preocupación sigue latiendo en su expresión, aunque intente esconderlo con esa máscara de antipatía.
Esta vez no vengo en carroza. Esta vez no vengo con mi familia. Esta vez no vengo vivo. Esta vez, vengo muerto, con sed de venganza y un fuego en mi interior que podría provocar un incendio.
Un señor de avanzada edad nos guía hasta el lugar en donde transcurrirá la cena. No me entusiasma ni un poco la situación, pero debo mantener a raya mis sentimientos para no estropear el plan.
Vinimos por algo, hay que enfocarnos en ello.
La esposa del alcalde saluda a sus invitados con una sonrisa que, luego de tantos años de experiencia, puedo notar que es completamente forzada. Una alarma se prende en mi sistema cuando comienzo a notar algunas cosas que exponen algo extraño bajo la fachada de cena elegante.
Las flores adornando los lugares de la parejita, y una más junto a Abbie.
La botella de vino casi vacía que el alcalde tiene a su lado. Está ebrio. ¿Quién se embriagaría en la cena con su yerno?
La silla de Carmel alejada de la de Abbie, cuando hay lugar para que se sienten todos juntos.
El señor y la señora Richardson sentados cada uno en un extremo de la mesa, rodeando a Carmel como una barricada.
Abbie toma asiento y yo la observo a una distancia prudente para detener su caída si se resbala. Observo los asientos y aprieto los labios cuando noto que ninguno de ellos está libre para mí. Las sillas acomodadas contra el borde de la mesa no me permiten sentarme en ninguna.
Abbie se inclina un poco y corre despacio una silla a su lado mientras los otros tres terminan de saludarse. Me acerco a ella, pero un cuerpo atraviesa el mío antes de que llegue.
El mismo hombre que nos guio hasta allí vuelve a acomodar la silla contra el borde de la mesa. Sonríe para apaciguar la incomodidad del momento y luego se marcha hasta una esquina de la habitación, con el resto de los empleados.
Supongo que tendré que quedarme parado.
Observo a Carmel, lleva un vestido horrendo que exhibe más que tapa y la hace lucir como un demonio recién salido del fondo del inframundo. Austin, a su lado, parece todo lo contrario.
No se ven bien juntos. ¿Qué pudo ver él en ella? Parece un buen tipo.
La arpía adivina que mis pensamientos tienen su nombre, porque dirige sus ojos hacia mí. Me observa con un puchero de lástima, se burla de que yo estoy muerto y parado en el medio del salón como un imbécil.
¿Qué se siente ser un cero a la izquierda? Eso dicen sus ojos.
Para meter el dedo en la herida y revolverme los cojones, la veo arrastrar la silla junto a ella con una sonrisita asquerosa.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
