Abbie Thompson
En la actualidad, siglo XXI
El fantasma no se ha despegado de mi lado desde que supo que puedo verlo y esto, es lo que más temía. Los muertos pueden llegar a ser un dolor de cabeza si así lo desean, aunque para mi buena suerte el que se me ha pegado a mí es un ente débil, por lo cual no es un peligro del cual deba preocuparme. Es más como una espinilla en el trasero.
He cenado el estofado que me preparé con el fastidioso ente mirando mi comida como si no hubiera probado bocado en años, lo cual no me sorprendería, no sé cuánto tiempo ha estado vagando en la tierra. Aunque, si me pongo a analizar las cosas, llegaría a creer que él ha estado hace muchísimo tiempo aquí, a juzgar por sus formas tan antiguas de hablar, vestir y comportarse. Además de que está convencido de que la ropa que encontré en el armario le pertenece a él, al igual que la habitación.
En fin, no es mi problema ni me interesa.
Lavé los platos con la profunda e irritante voz del muerto taladrándome la cabeza. ¡No ha parado de hacer preguntas!
"¿Desde cuándo están aquí? ¿Por qué han venido? ¿Cuándo se irán? ¿Qué planean hacer en este pueblo? ¿Es usted la única que puede ver muertos? ¿Es un don transferible?". Y cientos de preguntas más. Siento que la cabeza me va a explotar.
Cuando terminé de lavar todo subí a mi habitación y terminé de ordenar la ropa, aun con él clavándome cuchillas con la mirada.
Que hombre más pesado, Jesús.
Y ahora estoy aquí, a punto de enfundarme en mi pijama de pantalones de ositos rosa y una camiseta blanca que me queda holgada, para que no se marquen mis pechos. Ahora que hay un hombre muerto rondando por mi habitación no puedo darme el lujo de andar casi desnuda por la casa.
—Vete, me voy a vestir. —Él se cruza de brazos y aprieta los labios, estático en su lugar. No parece conforme con mi petición, y alega:
—Esta es mi habitación, cámbiese en otro lugar.
—Bien, si no te irás... Disfruta del espectáculo, cariño. —Sus cejas se juntan y su mirada se encoje hasta volverse estrecha. Luego, observa descolocado como comienzo a deslizar mi jardinero por mi cuerpo, con la intención de dejarlo caer sobre mis piernas hasta el suelo. Para mi suerte o mi desgracia, él adivina mis intenciones antes de que el jardinero cruce mi cintura y se voltea con rapidez. Los músculos de su espalda se tensan por los nervios.
—¡¿Está loca?!
La ropa cae al suelo con un sonidito suave que hace que se tense el doble de lo que estaba. Pobrecito.
—¿Por qué me hablas con formalidad? Es raro. —cuestiono mientras me quito la ropa restante, y procedo a enfundarme en mis pantaloncitos de ositos. Luego me coloco la camiseta blanca y ato mi cabello en una coleta rápida
—Porque así me educaron. —obvia, tajante. Aún está de espaldas, lo cual me da una buena vista de la anchura de su cuerpo y la forma totalmente erguida de su postura. Debió de ser un ricachón o un hombre de clase alta, sin duda alguna.
—Pues, querido... no sé tu nombre, en la actualidad ya no se utilizan esos tratos. He terminado, puedes voltear. —El hombre se voltea con cuidado, como si temiese que aún no esté vestida.
—Mi nombre es Hank Hawthorne. —Toma aire y lo larga con impaciencia, como si la situación lo aburriera—. Además, no puede importarme menos qué se use o no en la actualidad—Su voz es gruesa y su tono altanero y condescendiente, su ego de tipo rico me roba una sonrisa.
YOU ARE READING
Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
