Hank Hawthorne
En la actualidad, siglo XXI
Las ventanas de la habitación estallan. El vidro salpica cada rincón, pero no reparo en si causé daños.
Ella me observa. Un corte profundo le ha arruinado esa horrenda cara un poco más, la sangre cae como lágrimas por su barbilla y gotea hasta el piso.
Carmel sonríe.
Con sus labios pintados de un rojo profundo articula una oración. El azul de sus ojos se ha oscurecido hasta parecer el fondo de un arrecife. Nada más que en este arrecife no nada ningún pececillo, solo hay tiburones.
Leo lo que dicen sus labios sin necesidad de esforzarme. Ha sido bastante clara.
"Te veré en el infierno".
Mis puños se cierran y mis dientes castañean. Quiero explotar, voy a explotar, pero un jadeo débil me detiene.
—¡Abbie! —Su hermano llega hasta ella a paso de rayo y la ayuda a levantarse. Un vidrio se ha clavado en su muslo, y la sangre ha teñido todo su pantalón.
Mi cuerpo se hiela y mis manos van por inercia a querer tocarla. Austin no me lo permite cuando levanta su frágil cuerpo y la deja sobre la cama.
—¡Dios! ¿Qué carajo ha sido eso? —Se jala el cabello con fuerza y le grita a Carmel unas rápidas órdenes para que lo ayude. Él sale corriendo de la habitación en busca del botiquín de primeros auxilios y ella se acerca con una sonrisa que me saca rápidamente del shock.
Me interpongo en su camino antes de que llegue hasta la cama y, haciendo acopio de todo el autocontrol que yace en mí, me aguanto las ganas de matarla ahora mismo.
Hazlo por Abbie, Hank. Ella no necesita otra disputa ahora.
Otro jadeo me hace estremecer. Mi cuerpo se tensa y la preocupación me inunda.
Por mi culpa ha salido herida. Debí controlarme...
Un gemido de dolor acaba con mi autocontrol y giro mi cabeza para cerciorarme de que ella no está grave.
Diablos, cuanta sangre.
Me doy vuelta completamente. Me olvido de Carmel, de sus malas intenciones, de su sonrisa que aun sigue siendo igual de diabólica, del hecho de que puede verme y, sobre todo, de su amenaza. Dejo que mi cabeza haga a un lado los problemas para concentrarme en la mujer que he dañado.
Abbie luce pálida, sus labios se han fusionado con el color de su tez. Tiene los ojos cerrados y una capa de sudor le cubre la frente.
Llevo mi mano temblorosa hasta su cabello y acaricio. Sus ojos revolotean antes de ser abiertos de a poco, me regala una mirada débil y suelta un gemido de dolor y satisfacción cuando las yemas de mis dedos tocan su mejilla.
—Lo siento tanto... —Acaricio su piel y dejo que deposite el peso de su cabeza sobre la palma de mi mano—. No fue mi intención, yo no sé... No sé qué me pasó.
Trago saliva y dirijo mis ojos a ese punto que suelta sangre a borbotones. Un vidro afilado está enterrado en su pierna.
Mierda. ¿Qué puedo hacer?
Un grito de dolor me hace saltar en mi lugar.
El vidrio ya no está. En cambio, sangre sale a grandes cantidades por la herida.
Levanto los ojos y veo como Carmel balancea el vidrio entre sus dedos manchados de rojo. Lame el filo y se corta la lengua.
Antes de darle tiempo a mi cerebro para procesar lo que voy a hacer, mis dedos se hunden en su cabello y tiro con fuerza. La arrastro con fuerza hacia atrás y cojo un pedazo de vidro para llevarlo a su cuello.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
