Hank Hawthorne
En la actualidad, siglo XXI
—¿Podrías, por favor, dejar de hacer ruido con la maldita puerta? —Vuelvo a cerrarla y ella se soba la sien.
—Y usted podría ser tan amable de dejar ese cacharro por unos segundos y prestarme un poco de atención, ¿no cree?
Abbie cierra la tapa extraña del objeto con luces y botones raros, y me dirige una mirada cansina.
—Lo siento, Hank. Estoy demasiado ocupada con la universidad. Debo ponerme al día, ¿sabes? No es fácil comenzar a mitad del semestre.
Realmente no entiendo cómo es que ella puede estudiar una carrera sin salir de su cama. ¿Cómo es eso posible? ¿Y los profesores?, ¿los libros? Solo se la pasa hablándole a la pantalla iluminada y tocando botoncitos.
—Pues no creo que esa cosa —Señalo el aparato— la pueda ayudar a estudiar toda una carrera. ¡Necesita salir un poco!
Mientras tanto, ella se levanta la cama y estira sus piernas contra un mueble. Yo me encuentro de brazos cruzados, con la vista clavada en su moño mal hecho.
—Salgamos.
Parpadeo un par de veces.
—¿Cómo dice?
Abbie se dirige al perchero y toma su chaqueta de mezclilla color carmín, se la pone y luego se gira hacia mí.
—Ponte algo bonito y salgamos a caminar.
—Estoy listo. —Evalúo mi ropa y termino por hacerle caso y cambiar mi camisa elegante por una más casual, color crema. Ésta se encuentra siendo apresada por un cinturón marrón de cuero justo a la altura de mi cadera, junto a un pantalón de vestir oscuro y unos zapatos que oscilan entre lo elegante y lo deportivo.
Ambos abandonamos la mansión. Caminamos por el camino de tierra que baja por la colina, no nos dirigimos a ningún lugar en especial. Solo caminamos.
Abbie se abraza a sí misma y comienzo a pensar que su chaqueta no es lo suficientemente abrigada. Me gustaría poder darle uno de mis abrigos.
—¿Es complicada? La carrera. —pregunto. Ella niega, aunque vacila inclinando la cabeza hacia el costado.
—Cuando algo te gusta mucho, las dificultades se vuelven solo pequeñas piedrecitas en el camino.
—No sabía que era tan profunda, señorita. —Rueda los ojos y hace una mueca desagradable, pero no responde. De hecho, siento que piensa en otras cosas.
La salida termina tan rápido como comienza. Paseamos un poco por las calles de Brightville en completo silencio y luego volvemos como si a ella la persiguiera un fantasma, y no hablo de mí.
Cuando llegamos, vuelve a encerrarse en su habitación por horas. Me siento frustrado otra vez, me había creado ilusiones de pasar un buen rato con ella, pero parece que tiene la cabeza en otro lugar. Un lugar que no abre sus puertas a intrusos.
Así, como ese, pasan más días. Uno detrás de otro, uno igual que el otro. Salidas rápidas a pasearme como si fuera el perro de la casa y solo tuviera que oler un par de plantas y orinar en un árbol para volver a encerrarme. Ella no pasa tiempo conmigo, no me habla, a veces parece no notarme.
Me cruzo de brazos y atravieso su rostro con mis manos.
—No molestes, Hank. Estoy ocupada. —Junto las cejas en un gesto de enfado y me cruzo de brazos.
—Lleva días ocupada, señorita. —Intento sin usar palabras directas que note mi necesidad de atención. Me planteo internamente si de verdad tendré el alma de un can.
ESTÁS LEYENDO
Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
