Abbie Thompson
En la actualidad, siglo XXI
Arrastro las tres grandes maletas por las escaleras, usando toda la fuerza que mi cuerpo me permite. A este ritmo no llegaré jamás. De todos modos, sigo arrastrándolas a las tres hasta llegar al primer piso, y por poco me tiro a besar el suelo.
Me encuentro con tres pasillos frente a la escalera, uno dirige a la derecha, otro hacia la izquierda, y el último que sigue recto hacia adelante. Hay adornos con flores en pequeñas mesas situadas en las esquinas de los pasillos, también algunos espejos viejos y sucios, pero con preciosos marcos de oro que aún conservan su luminosidad.
Los pasillos de la izquierda y la derecha son más anchos que el que se encuentra frente a mí. Todos poseen puertas oscuras de madera sin ningún cartel que me indique a donde pueden llegar a llevar.
Opto por seguir el camino de la derecha y voy abriendo las puertas que me encuentro, que dan a un salón lleno de cuadros y material de pintura, tres oficinas, un baño y un salón de baile. Quedan cuatro habitaciones más y cuando paso por la primera, una sensación me hace detenerme de repente. Me estanco en el suelo como un poste, mirando fijamente la puerta de madera color marrón oscuro, el pomo de oro me tienta a abrirla de un tirón, pero por alguna extraña razón unos repentinos nervios me consumen.
Me siento acogida por la familiaridad, pero a la vez sé que nunca he estado aquí.
Tomo el frío y sucio pomo con mi mano. El contraste entre mi piel tibia y lo helado del material envía espasmos a mi cuerpo. Los ignoro al girarlo y abrir la gruesa capa de madera que me impide ver qué es lo que hay detrás de ella.
Una habitación cubierta de polvo se visibiliza por la entrada de los rayos del sol que se filtran por la ventana justo encima de la cama.
Doy dos pasos dentro de la habitación y dejo mis maletas a mis costados para echar una mirada más profunda al panorama. Justo a mi izquierda, a unos pocos metros de distancia, se encuentra un perchero vacío junto a un espejo a su lado. A mi derecha yace un gran juego de armarios de color negro, todos cerrados, lo cual me impide ver si aún conservan algo en su interior. A unos dos metros de los armarios, apoyado contra la pared de la cama junto a la mesa de luz, se encuentra un espejo de cuerpo completo con un marco negro que simula tener la forma de miles de flores enredadas entre sí.
Parece que a quien vivió aquí le gustaba mucho observarse a sí mismo.
Giro la cabeza para analizar el otro lado de la habitación. Una biblioteca alta y robusta me saluda sugerente. A su lado, una puerta igual a la de la entrada divide la pared en dos.
Por alguna razón, algo me dice que esta será mi nueva habitación.
Un candelabro cuelga sobre el techo, y no me sorprende para nada ver que es de color negro también. El lugar se siente cálido y el sentimiento acogedor aumenta, junto a la sensación de paramnesia.
Es como si hubiese pasado toda mi vida aquí, pero a la vez nunca haya pisado el suelo de este lugar. La habitación me recuerda mucho a un recuerdo inexistente, porque jamás he visto nada parecido.
Siento una mezcla de sensaciones que me marean un poco, pero incluso así decido que me quedaré aquí.
Arrastro mis maletas y las dejo junto a la cama, no tengo ganas de desempacar, así que simplemente salto sobre el enorme colchón, que suelta una inmensa cantidad de polvo que me hace toser y arrugar la nariz para no estornudar. Soy alérgica a estas mierdas.
Pego mi cara a la colcha azul e inhalo intentando encontrar algún aroma familiar que explique mi sentir, pero no logro captar nada más que el olor a tela vieja y suciedad. Despego mi rostro de la colcha y me levanto frustrada, luego me dirijo a la puerta oscura en la pared derecha de la habitación, siendo el último lugar que me falta recorrer.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
