—Yo... no puedo girarme. —Siento su mirada pesada recorriendo mi piel, un cosquilleo me acaricia por donde sus ojos pasan.
—Puedo notarlo.
Hijo de...
—Ok, lo capto. Te estás burlando de mí. —Una sonrisita tira de sus labios. Dios mío, qué labios... Pensar todo lo que podrían hacerme me marea—. No puedes joder a los lisiados, ¿sabías? Eso es caer bajo.
—No eres lisiada, no seas ignorante. —Su expresión de frustración y la forma en la que arruga la nariz me vuelve loca—. Solo estás temporalmente inválida.
He discutido con mucha gente en mi vida, pero jamás una discusión se había sentido... así. La tensión es palpable, y puedo asegurar que, si extiendo mi mano y toco su rostro, podría estar tibio. La energía que emana me abruma, me abraza como un manto caliente.
—¿Crees que Austin se ha dado cuenta?
Corto la tensión con el filo de una pregunta que me causa ansiedad.
—¿De qué?
—De ti.
¿Por qué siento que no me presta atención?
¿Serán sus ojos sobre mi boca? ¿Sus labios entreabiertos? ¿Su cuerpo rígido junto al mío? ¿O su repentino silencio?
Espero una respuesta, una expresión, una burla. Pero no espero para nada su mano tomando mi mejilla, reclamándola. Sus caricias se sienten como el fuego, queman, arden, duelen.
Su cuerpo se acerca el mío lo suficiente para hacerme abrir los ojos y abandonar el deseo platónico por uno más real. Su cuerpo sobre el mío parece tan realista que podría escribir un libro de erotismo con tan solo mirarle a los ojos. Son un incendio.
Sus dedos se abren paso entre mi cabello, y tiran.
—Hank... —Ahogo un jadeo, sé que mis gemidos sobre su oreja no nos ayudarán con esto. Quiero besarlo, quiero tocarlo y quiero montarlo de mil formas distintas y ninguna es suficiente.
Este hombre me está llevando a la locura, y eso no me gusta nada.
Sus labios se acercan a los míos hasta casi rozarme. No puedo respirar su aliento, pero sí puedo sentir toda la energía que su cuerpo emana encima del mío.
Lo quiero todo, absolutamente todo.
Y cuando estoy a punto de absorber cada gota de energía de sus labios, él se separa.
El frío de la falta de contacto de su cuerpo contra el mío me shockea.
—¿Qué...? —No entiendo su expresión, dura e indiferente como si el pequeño instante que tuvimos no haya significado nada.
—Tenías una pelusa, ya te la he quitado. Creo que es mejor que vuelva a mi habitación.
La punzada en mi pecho duele como un puñal. ¿Una pelusa?
Supongo que se arrepintió.
Está muerto hace años, tal vez solo quería un pequeño roce de vida de una niña ilusa.
Pero nada quita el dolor en mi pecho ni desata el nudo en mi garganta. Me siento tan poca cosa, que ni siquiera puedo mirarlo a los ojos cuando me despido.
—Buenas noches, Hank.
Me hago pequeñita en la cama hasta sentirme desaparecer. Porque por dentro de verdad quiero hacerlo.
—Que descanses, Abbie.
A la mañana siguiente nada ha cambiado. El dolor se siente igual que ayer, agudo y punzante en el centro de mi pecho. Sin embargo, me las arreglo para vestirme y bajar a almorzar. Puedo adivinar que, al ser sábado, Austin se ha levantado temprano para preparar la comida.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
