No fue hasta un tiempo después que entendí por qué. Mamá y papá me dieron todo lo que quise desde el momento en que nací, no me faltó amor, comida ni cobija.
Pero a Austin sí. Cuando llegó, él ya había pasado trece años en el infierno; con sótanos con forma de calabozos, latas de comida vencida, ratas en vez de perros y golpes que tapaban el frío crudo de la noche.
Austin me odiaba porque yo poseía toda la inocencia que a él le arrebataron.
—No sabes lo que es que te golpeen hasta que arda, ¿verdad? —Papá y mamá habían salido, y él se quedó a cuidarme. En la escuela era el más inteligente y en casa el hijo perfecto—. No te preocupes, yo te enseñaré.
Me empujó hasta hacerme chocar contra el piso. Mis ojos se llenaron de lágrimas y él me observó receloso.
—¿Qué? ¿Ahora les dirás a papá y mamá? —Se acercó a mí como un toro furioso—. Es lo que quieres, ¿no? Hacerme ver como el huérfano malvado y que ellos me echen.
En ese momento, no entendía ni una palabra de lo que él decía. Sin embargo, sacudí mi trasero enfundado en un tutú y me levanté furiosa. Me di media vuelta y me dirigí hasta la mesa de té.
—Ahora jugarás conmigo hasta que mami y papi vuelvan. —Austin rio con sorna. Señalé la silla enfadada—. Entonces no solo serás el huérfano malo, sino también hueco, porque te quitaré el cerebro de un trompón.
Admito que no era exactamente una niña tierna de tutú. Pero daba la fachada de serlo.
Y por cada golpe e insultó que él me dio, yo lo obligué a jugar conmigo. Fue un día que papá y mamá se enfadaron con él por hacerme tropezar con su pie que nuestra guerra llegó a su fin.
—¿Por qué le hiciste eso a tu hermana? —Mamá despotricaba contra él sin percatarse de la cabeza baja de mi hermano, que escondía sus ojos cargados de angustia. Él creía que iban a dejarlo tirado en la calle como un pedazo de basura a la primera reprimenda.
—Mami, no te enojes con A. —Había empezado a llamarlo así porque sabía que lo hacía enojar—. Tropecé con una madera floja, mi hermano ha sido amable conmigo.
Unos ojitos de mi parte fueron suficiente para que mamá se disculpara con Austin y lo librara de su castigo.
Esa noche él me visitó. Trajo consigo una muñeca de porcelana con ropa de cantante de rock.
—La compré con mi primer sueldo. —Mis ojos brillaron como dos faroles cuando la bonita Barbie estuvo entre mis manos—. Cuídala.
Esa muñeca, una noche de juegos de té y el primer cuento que Austin me leyó fue el comienzo de nuestra tregua.
El ruido de unas pisadas me despierta. Estoy en mi habitación sumida en la oscuridad. La luz de la luna me da un tenue reflejo del cuerpo de un hombre alto parado en la oscuridad, sus ojos brillan tanto que parecen iluminar toda la habitación.
—¿La desperté? —Niego. Su figura se ve borrosa en el medio de las penumbras. Cuando menciono la sutura, parece que la habitación se enfría un poquito más.
No es tu culpa, cariño.
—¿Quieres acostarte? —No sé de dónde salió la valentía para preguntarle eso, menos aún para correrme y hacerle lugar como una necesitada.
Aunque no quiera admitirlo, su tacto frío me tranquiliza.
Pero el hecho de no poder voltearme y quedar expuesta a él no es para nada tranquilizante. Temo que note como los huesos se marcan en mi piel como si quisieran salir de ella, o los pequeños barritos que me salieron por mi último periodo. ¡O el poco relieve de mis pechos!
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
