017| Cantos Fúnebres

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017| Cantos Fúnebres




Antes solía pensar que la vista más hermosa era la de un atardecer frente al mar.

Que ingenuo fui.

No sabía en esos momentos que la vista más hermosa que un dios podía tener el honor de presenciar era el de Ágape Jackson balanceando ligeramente sus caderas al compás de la música; ella parecía estar disfrutando bailar con la amiga de su sobrino, se veía tan preciosa que incluso había olvidado tomar de la copa de vino que tenía en mi mano.

Ya no llevaba la túnica con la que había escapado de mi templo; ahora llevaba un vestido rojo sangre que ondeaba con encanto a cada vuelta que daba, tuve que esforzarme inhumanamente para no tomar sus cintura y hacerla girar yo mismo por los aires. Quería que todos me envidiaran por tener en mis brazos al ángel más hermoso que Caos pudo haberle regalado al Olimpo. Quería que todos vieran como el dios más desgraciado había sido bendecido.

¿Por qué era tan hermosa?

No pude apartar mis ojos sobre ella, aún menos cuando noté la presencia de Egan a mi lado, con otra copa de nectar. Casi pude sentir que sonreía.

— Es una noche fantástica, ¿no es así?

Asentí sin mirarlo.

— Lo es —murmuré llevando el vino a mis labios.

Por unos segundos nos mantuvimos en silencio, ambos contemplándola. Ni siquiera tuve la oportunidad de ponerme celoso, no cuando sabía que en esos momentos, Alina Jackson era mía y que yo era totalmente suyo.

Podían retarme a duelos divinos, podían maldecirme, e incluso intentar matarme: esa pequeña semidiosa impertinente estaba solamente destinada al corazón de un dios.

— Fui testigo de lo que pasó esta mañana —murmuró con cuidado—. Su corazón se rompió —volvió a mirarla con algo de tristeza.

— No fue el único.

El aura de Egan era completamente confusa, tanto que dolía intentar identificarla. Su energía era tranquila, poco abrumadora, pero sabía que en el interior albergaba cierto carácter temperamental. Inmediatamente me cayó bien.

Claro que me caía aún mejor cuando no tenía los ojos puestos sobre mi prometida.

— ¿Qué te trae por el Olimpo, Egan? —pregunté desviando nuestra atención.

Egan me miró y sonrió.

— Venía a visitar a mi familia —puso una mueca—, aunque a mi hermana le molesta bastante que venga aquí con frecuencia.

— ¿Ya se cansó de ti? —interrogué con diversión.

Egan se río y negó con la cabeza agitando suavemente sus cortos rizos. Este chico era muy guapo.

— Se cansó de que la excluya en mis planes —me respondió con aire nostálgico—. Normalmente hacemos todo juntos.

— ¿Y por qué no la traes? Que se divierta un rato.

— Créame cuando le digo que mi gemela es una auténtica alborotadora. El salón de tronos estallaría en llamas si le permitiera beber más de dos copas de vino.

Un pequeño recuerdo me golpeó y mi vista fuera a parar accidentalmente al pequeño monstruo que ahora parecía conversar animadamente, ajena a nuestra atención. Dudaba que hubiera alguien más alborotada que ella.

— El temperamento de las mujeres es algo peculiar —comenté ligeramente divertido.

— En realidad, ella es igual a mi padre —terció llevando el vaso a sus labios, le eché una mirada antes de que continuara—: Él también tiene... muy mal temperamento.

Apollo's Heart | Apolo ²Where stories live. Discover now