014| El Muro Del Odio

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014| El Muro Del Odio





Una hora más tarde, me encontraba rondando por el exterior de mi palacio.

Contemplé durante unos largos segundos el árbol inerte de Dafne: la luz de la luna no era la suficiente para hacerlo relucir como lo era mi sol. Suspiré pensando en la agonía de la noche al carecer del poder de Artemisa, que dominaba tanto la luna como las estrellas bajo sus dedos.

Alina Jackson me había abofeteado y se marchó del salón como si nada, dejándonos a mí y a mi Consejo completamente perplejos. Un dios olímpico acababa de volver a ser humillado por una insignificante mestiza con aires de brabucona.

Pero dioses, esa bofetada se había sentido tan bien.

Percibiendo la gran sensación de que todas mis estupideces de mi cabeza se habían marchado por esa cacheta, simplemente me hacía sentir un cosquilleo en el cuerpo que nunca me había parecido experimentar tan ansiadamente.

No sabía donde estaba ella pero mis guardias custodiaban todos los alrededores del territorio por lo que pude tener una gota de seguridad al saber que no corría peligro.

Tampoco supe cuanto tiempo había pasado mirando el árbol de Dafne con una expresión vacía y sentimento hueco en el pecho. Fruncí el ceño tratando de averiguar el porque la belleza del laurel parecía haberse desvanecido de un día para otro: ya no me era entretenido mirarlo con tristeza y recordarla, es más, trataba de evitarlo, avergonzado.

Estuve a punto de darme la vuelta y marchar al interior del palacio cuando de repente, una rama crujió.

Agudicé mis sentidos de inmediato e intenté canalizar la energía más cercana a mi aparte de la de Dafne y efectivamente, percibí una extraña presencia a tan solo unos metros de mi posición. Abrí mis ojos haciéndolos relucir y miré através de las estatuas: una sombra cruzó entre ellas.

Sonreí. Alguien quería jugar.

— Sé que estás ahí —hablé en voz alta—. Puedes seguir corriendo y ocultándote de mí pero detrás tengo un árbol que demuestra que no es una buena idea.

Noté las ramas del laurel moverse con algo de agresión, pero culpé al viento.

— Bien, como qui...

No acabé la frase debido a que la sombra emergió de entre las estatuas como una figura tenebrosa pero yo sabía que estaba lejos de serlo:

Era un chico de unos diecisiete años mortales. Sin embargo, era una deidad nacida aquí en el olímpico y lo suponía porque su aura gritaba divinidad y luz por todas partes. Su cabello era rubio vainilla con ligeros rizos que fronterizaban con su frente, era atlético, músculoso y atractivo. Portaba unos simples ojos azules parecidos a los que usaba yo en el mundo mortal y su rostro perfecto me hizo fruncir el ceño con algo de recelo.

No era tan masculinamente bello como yo, pero estaba cerca de serlo.

— Discúlpeme, señor —se inclinó rápidamente, su voz era grave pero suave a la vez—, no pretendía sorprenderlo. Solo me apetecía mirar las estrellas.

Lo miré con una ceja arqueada y los brazos cruzados.

— ¿Quién eres tu, chico? —interrogué acercándome con confianza y lentitud—. ¿Trabajas en mi templo?

El muchacho ladeó la cabeza, como si se lo pensara, y más tarde negó.

— No es así,  mi señor —contestó—. Mi lugar está en Delos, pero ocasionalmente me muevo por aquí.

Apollo's Heart | Apolo ²Where stories live. Discover now