009| Fuego Creciente

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009| Fuego Creciente





La presentación estaba por comenzar y el demonio mestizo aún no llegaba.

Resoplé frustrado mientras unos sirvientes a mi alrededor trataban de apaciguarme: se suponía que Theodora la traería rápidamente para acabar la presentación lo más pronto posible. La mayoría de mis súbditos se encontraban ansiosos, esperando la ofensa al monstruo del Olimpo, todos despreciaban tanto a Eros que a nadie le importaría que Alina fuera una joven inocente de quince años.

— Mi señor, cálmese —Tranquilizó Hipócrates.

Le lancé una mirada irritada.

— ¿Cómo me pides eso? ¿Por qué tarda tanto? —pasé una mano por mi cabello en un gesto de frustración—, ¿y qué tal si se ha escapado? Hipócrates, no la conoces bien. Ella es como una pequeña lagartija.

Hipócrates me sonrió cálidamente.

— Os está abrumando la mente, por lo que veo —comentó llamando mi atención—. ¿Qué es lo que más os desagrada de aquella semidiosa?

Solté una risa, nada divertido.

— Todo. Me desagrada todo de ella —afirmé sin titubear—. Tiene un aroma a coco muy fuerte, es horrible. ¡Y su voz irritante! Oh, parece que se ha tragado un silbato, cada vez que habla me pone tan nervioso que mi corazón bombea con muchísima fuerza. ¿Y has visto sus ojos rubíes, Hipócrates? Es como si te absorbieran el alma.

Mis sirvientes se miraron entre sí, parecían consternados y dudosos. Escuché varios pasos acercarse a nosotros y cuando volteé mi cabeza, lo primero que noté fue la figura de Ismene emergiendo del pasillo: ella iba tan bella como de costumbre. Sonreí suavemente cuando se acercó a mí, pero dos presencias más a sus espaldas me hicieron quitar mis ojos ojos sobre ella.

Cuando la vi, sentí mi corazón querer salir por mi boca: estaba envuelta en un precioso vestido griego el cual enlazaba los colores dorado y rubí en un cruce que la hacía parecer la auténtica joya de la corona de un rey. Intenté que mi asombro no se notara. Creí que me molestaría verla mezclando mi color con el de su padre, pero curiosamente lo encontré más perfecto de lo que me gustaría.

Quise quitar mi mirada, pero no pude.

Alina Jackson podía fácilmente rebajar la belleza tanto de Hera como la de Afrodita y me preocupé: algo tan insignificante y débil no debería acumular tanta divinidad, una divinidad que rebasaba a los dioses. ¿Era ella una primordial escondida entre nosotros? ¿O por qué diablos derrochaba tanta magia por allá donde pisara?

Theodora se colocó sutilmente a su lado y nos sonrió con encanto. Reparé en ella:

— Está realmente bella, ¿no es así? —Inquirió mi sirvienta sonriendo—. Espero que la túnica le haya gustado mi señor, es una mezcla de los colores favoritos de ambos. Y a Ágape le sientan muy bien.

La mestiza me miró paciente por mi respuesta. Dioses, estaba tan malditamente hermosa que hasta dolía.

Pero en lugar de eso, decidí burlarme para no levantar sospechas:

— No se que es más horrendo, ella o el vestido —mentí recibiendo una risita por parte de Ismene.

Al pequeño monstruo no pareció gustarle nada aquello.

— Lo que pasa es que tu propio color me sienta mejor a mi que a ti —contraatacó como un conejo furioso—, ¡y eso te da envidia!

Sonreí burlonamente.

Apollo's Heart | Apolo ²Where stories live. Discover now