010| Fantasma Del Pasado

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010| Fantasma Del Pasado






No tenía ganas de reunirme con el resto de olímpicos.

Pero Zeus había notado mi ausencia durante estos días y lo había enfadado. Al principio, estuve decidido a ignorar a mi padre mientras ayudaba a reconstruir mi templo, pero su emisario personal (Hermes) había llegado nervioso, alegando que el rey de los dioses estaba empezando a enfurecerse conmigo.

A regañadientes, dejé a Hipócrates a cargo del palacio mientras me iba. Me dolió ver lo conmocionado que parecía tras presenciar las llamas de fuego deshaciéndose de todo e incluso como trataba de ocultarlo, yo también lo hacía. Ambos recordábamos que mis decisiones eran las que lo habían causado todo.

Caminando a mi lado, Hermes me lanzaba miradas lastimeras de vez en cuanto:

— Sabes que no debes echarte toda la culpa, ¿vale? —Trató de animarme—. Si no tuvieras a esas zorras en tu templo...

— Calíope lleva conmigo toda la vida —interrumpí—, es la madre de mis hijos e Ismene... sabes que me prometí protegerla cuando sucedió... Ya recuerdas lo que pasó.

Hermes resopló divertido.

— No puedo creer que una adolescente de quince años os haya dejado a todos por los suelos y se haya marchado volando —comentó casi sonriendo mientras metía las manos en sus bolsillos—. Tu prometida es algo rebelde, hermano. Dioses, no me quiero imaginar como acabarán esas discusiones matrimoniales.

Le lancé una mirada furibunda.

— ¿Y sí le preguntamos a tu hijo? Quizás él sí sepa como calmarla —contraataqué sarcásticamemte.

Hermes guardó silencio sin perder su semblante divertido: poco a poco iba asimilando que su mayor orgullo ahora era un rebelde en su contra, aunque yo sabía que seguía moviendo sus lazos para intentar traerlo de vuelta, pero no sería tan fácil.

A amigo le había dolido profundamente enterarse de que la novia de su adorado hijo era la que estaba prometida a pasar su vida conmigo. Incluso había tratado de darle órdenes a Eros para deshacer aquella relación de la manera más suave e indolora posible, pero claro, nadie le daba órdenes a ese monstruo.

Llegamos al salón de tronos notando como todas las miradas se posaban principalmente sobre mí: algunas derrochaban burla, otras ira, disgusto, y aburrimiento.

Pero, como dios de la adivinación, desde luego que no venir aquella cachetada que Afrodita me otorgó.

Mi rostro no se movió pero aún así la contemplé incrédulo. La diosa de la belleza se veía totalmente furiosa y sabía que trataba de no contraer su cara en alguna mueca de ira para evitar las arrugas, sin embargo, su enojo era previsible en su aura.

— Yo también me alegro de verte, Dita.

— ¡No me llames así! —demandó en cólera— ¡¿Cómo te atreviste a...?! ¡No puedo creerloo! ¡Qué horror!

Dejé de escucharla para enfocarme en los demás: Zeus se veía igual de serio y calculador que siempre, Poseidón me lanzaba una mirada de ligera decepción, Artemisa se negaba a mirarnos y Ares me veía con el ceño fruncido, afilando uno de sus cuchillos.

— Ella llegó a mi palacio totalmente desorientada —lloriqueó la diosa a punto de desmayarse—. Mi pobre niña... ¡Oh, que humillación!. Esto jamás te lo perdonaremos, Apolo.

Suspiré.

— No quise que eso sucediera —confesé avergonzado.

— ¡La encerraste en una jaula!

Apollo's Heart | Apolo ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora