24 de Abril

306 52 0
                                    

Tom, el chico que ha estado conmigo desde que entré al hospital, me ha regalado éste diario con la condición que no leyera las hojas pasadas hasta que recupere la memoria que he perdido. Para hacerle ver que cumpliría mi promesa, las he sellado con cinta.

No se me hará difícil escribir... recuerdo que llevaba un diario. Eso sí que lo recuerdo a la perfección.

Tom.

Es simpático. Me agrada. Es cuidadoso, amable, caballeroso... es muy paciente conmigo hasta en los momentos en que me hago el pequeño y hago desplantes de berrinche para conseguir lo que quiero. Es... como esos chicos que ya no existen. Hasta parece un sueño sumamente hermoso.

Me darán de alta en unos días. ¡Por fin podré regresar a casa! Por fin podré regresar a mi amado departamento en el centro y estar un poco tranquilo. Los sonidos del hospital ya me tienen harto... y es que no es nada lindo escuchar las sirenas de las ambulancias a las tres de la madrugada. Si no fuera por Tom...

Ahí voy de nuevo. Tom. Si no fuera por él, ya me hubiera vuelto loco. Está aquí conmigo desde el mediodía hasta la mañana del día siguiente. Creo que solo va a casa a ducharse y cambiarse de ropa... porque incluso come conmigo. Cuando me altero, me tranquiliza lo mejor que puede y me cumple todos mis caprichos. ¡Si hasta me ha leído la historia del ángel y el demonio y la del Tanabata las innumerables veces que se lo he pedido! Aunque me las sepa de memoria, siempre le pido que me las lea. Es que... me encanta su voz al hacerlo.

Lo veo y me siento como si estuviese en casa. Cuando él no está, me siento vacío.

Recuerdo... que mamá una vez me dijo, antes de morir, que los que nos pueden llegar a hacer tanta falta con ausentarse unos minutos; los que nos hacen sentir seguros y plenos, son nuestros ángeles. Me pregunto si Tom será mi ángel...

— El menú de hoy es... —y así entra cuando me trae la comida, presumiendo esa enorme sonrisa en su rostro.

A pesar de verse cansado, me sonríe.

— ¡Ya no quiero comida de hospital! —incluso cuando hago berrinche, me sonríe— Quiero pizza. Quiero ir a la cafetería que está en la esquina de mi edificio y tomar un cappuccino. Quiero ir y comer helado hasta que se me congele el cerebro. Quiero hartarme de comida chatarra. —reclamo en un puchero que, creo, a él le causa ternura.
— Señor mío...
— Todavía no soy señor.

Y siempre sabe cómo hacerme sonreír.

— Joven mío...
— Así está mejor.
— Cuando salga de aquí, lo llevaré a donde usted quiera. Pero tiene que comer lo que le ordena el doctor.
— Si comes conmigo...
— Sabes que nunca dejo que comas solo. —sonríe y toma un bocado antes de que yo lo pruebe.

Anis dice que él y yo tenemos muchas cosas en común. Dice que Tom es un tonto que cometió muchísimos errores en el pasado y ahora quiere compensarlos. Que es un idiota... pero es bueno.

Gustav dice que no debería confiar tanto en él. Que seguramente volverá a hacer las mismas tonterías de antes.

Georg dice que él está bien con lo que yo decida. Si decido fijarme o no en Tom...

Yo... no sé. Me gusta verlo sonreír; me gusta su tono de voz tan suave y los cuidados que me brinda... pero siento como si no fuera correcto el fijarme en él. Es... como que me gusta y a la vez, que no tendría que gustarme.

Es confuso. No me gusta estar confundido.

Diario de un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora