25 de Enero

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Han pasado los días tan a prisa... Tom sigue conmigo pero, claro, bajo ciertas restricciones. Y eso es algo que a Andy le causa gracia y me "felicita." Como el ya no permitirle que me toque o que me bese o el que le haya hecho dormir ayer en el sofá por haberse puesto pesado conmigo.

— ¿Ya romperás con él? —preguntó mientras se recargaba sobre la mesa, una tarde que su hermano nos había dejado solos en el departamento.
— Si sigue con esa actitud... es lo más probable.
— No sé cómo es que lo aguantas —resopló, jugueteando con su flequillo—. Otra persona en tu lugar no hubiese regresado con él después de la primer ruptura o lo hubiera mandado a la mierda después de tanto tiempo sin dignarse a aparecer.
— Supongo que yo no soy como el resto —reí leve, terminando mi tercer taza de café... antes de medio día—. Es que, cuando te enamoras...
— Si enamorarse es convertirse en un tonto masoquista, no quiero enamorarme nunca. —me cortó, dibujando una sonrisilla burlona que, lejos de tomármela a mal, me causó gracia.
— Ya lo veremos. Ahora estás con Juliet, ¿no?
— A mí no me pasará eso. —en una risilla, tiró un poco de mi cabello, a manera de juego, y salió corriendo hacia su habitación , como niño pequeño que acaba de escapar de un castigo o sermón de su padre.

Eché la cabeza hacia atrás, escuchando cómo se abría la puerta, despacio y sonreí. Había invitado a Anis a tomar el café conmigo y creí que, como siempre, había llegado tarde. Ese era uno de sus grandes defectos.

— Eres un idiota, Bushido —sonreí cerrando mis ojos y estirando las piernas al escucharlo justamente detrás de mí y el cómo colocaba lentamente sus manos sobre mis hombros—. Se supone que el café lo tomaríamos hacía media hora... y tú vienes y lo arruinas con un sutil retraso. Eres un tonto. Pero... si lo recompensas con un masaje, yo encantado —no me respondió. Se quedó callado, aferrando un poco mis hombros—. Anda ya. ¿Qué no recuerdas los masajes que me dabas cuando me quedaba hasta la madrugada estudiando? —dibujé un pequeño puchero al darme cuenta que no haría nada, recordando todo lo que me mimaba hacía años.

Él era así: siempre me mimó como su hermano menor y su consentido, sin esperar nunca nada a cambio más que una sonrisa y un "gracias."

— ¡Oh, Tom! —el tonito de voz de Andy me hizo saltar ligeramente en mi silla— ¡Qué bien que llegas, tonto! ¿Me puedes dar un poco de dinero? —abrí los ojos, encontrándome con su gesto frío y sombrío— ¡Anda! Quiero llevar a Juliet de paseo.
— ¿Tardarán mucho? —pasé saliva al escuchar su voz tan... grave.
— Quizá llegue en la madrugada. No hay problema, ¿verdad?

Negó y le dio algunos billetes, con lo que se fue feliz después de despedirse de nosotros.

— Tom... no... no sabía que eras tú. —dije nervioso, levantándome de mi asiento.
— En serio que le quieres más a ese imbécil.

Rodé los ojos, llevando las manos a mi cadera.

— Lo invité a tomar un café y siempre llega tarde. Mi amigo —remarqué— siempre llega tarde a donde lo citan.
— ¿Desde cuándo empezó a gustarte?

Volví a pasar saliva, cerrando de nuevo los ojos. ¿Es que ya era hora de terminar todo éste circo?

Supongo que sí.

Tomé aire y valor para responderle.

— Tal vez —murmuré, abriendo los ojos y clavando la mirada en el suelo—... tal vez desde que empecé a dejar de gustarte a ti —sentí como un temblor leve recorría todo mi cuerpo: desde la punta de mi cabello hasta la punta de mis pies—. Tal vez... desde que dejé de importarte. Tal vez no me gusta él; tal vez me gusta otra persona... ¿y sabes desde cuando? Tal vez desde que sentí que a MI novio ya no le interesaba saber de mí —levanté la mirada a su rostro, viéndole triste y a punto de soltar una lágrima—. Tal vez desde esa última vez que entrelazamos las manos cuando hicimos el amor...

Se quedó callado un largo rato, observándome fijamente sin dibujar ninguna emoción, mientras el nudo en mi garganta se volvía cada vez más y más grande.

— Entonces —replicó con voz grave y profunda—, supongo que ya no tiene caso seguir juntos —pasó de largo a mi lado, perdiéndose un momento en la habitación y saliendo después, con una maleta arrastrando—. Dile a Andrew que pasaré por él mañana en la tarde.
— Tom... —susurré su nombre, sin ser capaz de moverme a pesar de que quería tomarle del brazo para detenerle y hablar.
— Gracias por nada, Bill —ni siquiera se giró a verme por última vez—. De verdad, gracias.

Ese tono tan... enfadado en que lo dijo fue como una bala invisible atravesando mi pecho que me hizo caer al suelo de rodillas.

Sí me gustaba otra persona. Me gustaba el Tom de antes...

Diario de un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora