3 de Noviembre

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Hoy me han dejado salir temprano del trabajo, así que me dirigí al café donde acostumbraba verme con Tom cuando estaba de visita. La chica que lo atendía era ya conocida mía: menor que yo y de apariencia tierna. Su madre, gran amiga mía, le había cedido el negocio hacía un par de años, a pesar de no cumplir todavía la mayoría de edad, gracias a su gran talento para las finanzas y la administración de los negocios.

Me senté en la mesa de siempre y esperé a que me viera y me atendiera personalmente.

— ¡Hey, Bill! Hace mucho que no te veía por aquí.

Le saludé con un beso en la mejilla, sonriendo.

— Bueno, he estado ahogado en trabajo...
— Gustav me dijo que terminaste con Tom...
— Bueno —suspiré—, habíamos terminado, pero regresamos hace unos días.
— Me alegro. Hacen bonita pareja —sonrió— ¿Te traigo lo de siempre?
— Si, por favor.

Una vez que tuve el capuchino frente a mi, comencé a pensar... en recordar todos esos recuerdos que había acumulado con él; regresando al día que nos conocimos. 

Estaba sentado en una de las bancas del parque, distraído, cuando Ria se acercó a preguntarme la hora, con él detrás, silencioso. Al ver el libro que tenía entre mis manos, sonrió y de la nada empezamos la plática. Traté de ser simpático también con Tom... pero se comportaba de manera fría y cortante. Era... extraño e interesante: era el primero con el que se hacía difícil un acercamiento. Aún así seguí intentando, aunque pareciera como si me odiara.

Un día nublado, fue a buscarme a mi departamento. Me sorprendió verlo ahí pero no le negué la entrada. Empezamos a hablar como viejos amigos: totalmente diferente a las veces pasadas. En un punto, comenzamos a hablar de "las personas que nos gustaban." Él me dijo que no podía decirle a esa persona, pensando que tal vez lo rechazaría... yo no le podía decir que era él quien me gustaba; que ese interés que me provocaba se había convertido en atracció, en cariño... en amor.

Le aconsejé que se armara de valor y le dijera a esa persona, porque después sería muy tarde. "Bien, aquí voy" respondió, tomando aire y poniéndose completamente frente a mi. "Me... me gustas. Tú eres la persona que me gusta."

Mi corazón se aceleró y el calor subió de golpe a mi rostro. No pude hacer otra cosa que no fuera sonreír como estúpido y tartamudear al decirle que él era quien me gustaba... y demasiado.

Mi sonrisa fue correspondida de igual manera. Me abrazó y besó mi comisura, repitiendo que era feliz... que yo lo había hecho feliz.

Al día siguiente. apareció de nuevo frente a mi puerta, con una rosa entre sus manos... preguntando si sería su novio. Como respuesta me lancéa sus brazos, besando sus labios mientras aceptaba.

Sonreí dando un sorbo al café, al tiempo que la misma pregunta de siempre aparecía en mi mente: ¿por qué se había enamorado de mi? ¿Por qué si antes era frío y duro, me pidió precisamente a mi, un chico infantil e inmaduro, que fuera su pareja?

Diario de un Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora