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Habían pasado dos semanas largas en las que Wooyoung recibía las visitas nocturnas de San. Siempre entraba a su habitación con cautela, una sonrisa y ambos platos de comida en las manos, cerrando la puerta con el pié estratégicamente. San no paraba de hacer preguntas durante hora y media que no obtenían más de un par de sílabas como respuesta. Wooyoung mantenía la distancia y San no hacía nada por acercarse.

El plan perfecto, si no fuera porque Wooyoung lo detestaba. Al menos agradecía que no volviera a utilizar sus feromonas en su contra. Aún así, cuando el alfa se iba, dejaba un rostro a chocolate con leche tras él. Wooyoung abría las ventanas de par en par intentando disipar el olor pero quedaba impregnado en su propia ropa o en sus sábanas, cuando San cometía la fatalidad de sentarse en su cama.

Yeosang entraba poco después, con Wooyoung durmiendo cual oso invernando sobre el colchón y cerraba las ventanas. Maldecía por el frió y le llamaba la atención al día siguiente.

Wooyoung repetía el mismo proceso todos los días.

Aquella semana le dejaron libertad para quedar con la dupla explosiva que tenía por amigos.

Consiguió contactar con ellos días antes y planearon una salida al café más céntrico de Seul. Tampoco eran tan conocidos como para ser reconocidos, excepto Yeonjun, que era demasiado kamikaze como para preocuparse.

Wooyoung fue el primero en llegar, con su típica puntualidad de reloj.

Vió a Changbin entrar por la puerta y dirigirse a él. ¿Era su perspectiva o en tres meses había crecido? Se veía algo más grande, clara consecuencia de ejercitarse. Aún le quedaba camino por delante si quería verse como un atleta pero estaba más tonificado de lo que nunca había visto en él.

Le envolvió en un larguido abrazo. Changbin le estrujó en sus brazos, cortando su respiración. Dió varios golpes desesperados en su espalda, consiguiendo que le dejase ir.

—Binnie.— llamó cariñosamente.

Changbin reparó en su gran sonrisa de ojos brillantes. No recordaba la ultima vez que le vió sonreír así. Wooyoung era risueño pero desde su adolescencia esa pequeña aura luminosa que le envolvía atenuó. Ahora estaba más presente que nunca, lo interpretó como una señal de que su debut como Idol iba de maravilla. Un poco muy alejado de la realidad.

Se sentaron en la mesa más apartada del interior, pensando en la seguridad de Yeonjun, que llegó poco después llenando su cara de besos.

—Estás más grande.— comentó escrutando a Changbin.— Y tú más feliz. ¿Algo que contar?— está vez se dirigió a Wooyoung.

El peli negro aplanó su sonrisa. Estaba feliz de ver a sus amigos, su única fuente de alegría. Por eso sonreía como si el mundo fuera a acabarse pronto. Para él volver a las cuatro paredes de su apartamento implicaba lo mismo.

No entendía cómo consiguió que le dejaran reunirse. Su manager se mostró reticente al principio. Acabó aceptando así que no se molestó en preguntar de nuevo por si se arrepentía a largo plazo.

Necesitaba ver a sus amigos de la infancia y un par de copas, de paso. Plan frustrado por el toque de queda que le impusieron, justo antes de la cena, a tiempo para que San perturbara la quitud de su habitación a cambio de una comida sana.

Incluso en sus momentos de paz el nombre del alfa se infiltraban en su mente contra voluntad. Agitó su cabeza, como si ayudara a disipar sus pensamientos.

—Despues os cuento.— evitó el tema. Sus amigos comprendieron que lo hacía y no insistieron. Lo contaría cuando estuviera preparado.— ¿Como os va a vosotros?

Recesivo [Sanwoo/ Woosan]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant