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Wooyoung estuvo presente a la hora de la comida, para sorpresa de todos. Fue tan seco como siempre pero intentó integrarse realmente en las conversaciones. Los chicos le acogieron gustosos de su repentino cambio de actitud. Solo esperaba que nadie descubriera sus verdaderas intenciones, pretender hasta que a Hongjoong se le borrase la estúpida idea de poner a San a su cargo. No necesitaba una puta niñera, era un adulto.

Aguantó las malas miradas de Yeosang cuando los integrantes le prestaban un poco más de atención. Era recesivo pero podía oler su envidia a kilómetros. No negaría que se sentía bien recibir un poco de cuidados por parte de sus miembros. Podía acostumbrarse, si su personalidad de pasa arrugada no le repitiera que eso no estaba hecho para él.

En cambio si estaba hecho para Yeosang, que se pavoneaba por la habitación eximiendo sus plumas. Los alfas quedaban enbobados ante él, volviendo a recuperar su interés. Entonces miraba a Wooyoung con un deje de superioridad y se encargaba de tenerlos tan entretenidos que no reparasen en su presencia.

Al finalizar la hora, subió a su habitación con la energía social por los suelos, arrastrando los pies junto al peso de la vida. Se encerró en aquellas cuatro paredes, pudiendo destensar su sonrisa forzada y se tiró sobre su cama entre gruñidos.

Solo había fingido un día y se sentía como un mes. Mentir acabaría por matarle. Era otra de las cosas que no se le daba bien. Un añadido a su interminable lista.

Por suerte los chicos se mostraron recíprocos ante su actitud, excepto el promiscuo de Yeosang. Tal vez un mes sería suficiente para calmar las aguas y volver a ser el ermitaño de siempre. O, antes, Yeosang le desterraría a tierra de nadie para acaparar la atención de los miembros por completo. Algo había quedado en claro, Yeosang odiaba compartir.

Estaba muy equivocado si pensaba que Hongjoong le dejaría continuar con su farsa. Lo comprobó cuando tocaron la puerta de su habitación con suavidad.

No podía ser Yeosang, picaba con la agresividad de un caniche y podía notar su deje de diva empedernida a través del trozo de madera. Había sonado demasiado suave y delicado, incluso temeroso. Rezó porque realmente se tratara de Yeosang, en un intento de hacer las paces.

Se quedó en silencio por unos segundos deseando que, quién fuera que pretendiese entrar, se rindiera.

La puerta se entre abrió poco después dejando ver la cabellera despeinada de San.

Mierda, estaba jodido. ¿Aún tenía oportunidad de escapar por la ventana? Eran seis pisos de caída pero podía salir airoso si se tiraba de la manera correcta.

—Hola Wooyoung.— sonrió gengival.

Debía usar oral b para que su sonrisa deslumbrara tanto. Necesitaba unas gafas de sol. Lo apuntaría en la lista de la compra, porque las visitas del chico no se limitarían a ese día.

No se molestó en contestar. Volvió a enterrar la cabeza en la almohada, exhausto. ¿Por qué solo él debía pasar por ese mal trago?

Escuchó los pasos de San adentrándose en la habitación y el peso de su cuerpo hundiendo el lateral de la cama.

—¿Te envía Hongjoong?— espetó entre enfadado y asqueado.

Aún estaba a tiempo de salirse del grupo. Solo habían tenido su debut, ni un comeback. Nadie notaría su ausencia.

—Sí...— contestó dudoso. Percibió como se rascaba la nuca.— acordamos que te ayudaría a integrate. Pensaba que estabas de acuerdo.

Rotundamente no, se equivocaba, Hongjoong decidió omitir ese pequeño detalle en su charla.

Recesivo [Sanwoo/ Woosan]Where stories live. Discover now