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—¿Entonces está bien?

—Sí, pero le tuvieron que sacar el ojo y ponerle uno mecánico. Se lo quemó muy feo.

—¿Qué tanto?

—Cuando lo sacaron, todavía tenía ceniza y olía a humo.

Estampó su palma contra su rostro, adoptando una posición fetal contra la cama. Maximilian lo abrazó como pudo, sobando su espalda y vigilando a su hijo pegado a la cuna, observando a Nala.

—No fue tú culpa.

—No me digas lo obvio.

—Es enserio, no fue tú culpa. No sabías que todo acabaría así.

—Casi parece que lo hizo a propósito — Deshizo su muralla, correspondiendo al gesto de su amigo. —Le quemó el mismo ojo.

—Tal vez así fue, tú sabes lo vengativo que es.

—¿Lo despidieron?

—No, pero creo que lo mandarán a otra sede.

—¿Y Paul?

—Está deshecho, según Oliver.

—¿No te dijo algo más?

—No, pero le puedo preguntar. Él no es celoso.

—Déjalo así.

El único sonido dentro de la habitación era el de la ventisca invernal, azotando contra las ventanas en un esfuerzo por adentrarse al cuarto. Una ironía, pues parecía que en su cárcel rubí no podían ni entrar las estaciones.

Hizo su esfuerzo por levantarse hasta la cómoda, tomando en un arranque la foto que les habían tomado hace dos semanas; se suponía que era un recuerdo familiar, pero para él era más como una ficha carcelaria. Aún así, no importaba que en su rostro se viera la inconformidad y cansancio, la gente solo se fijaba en las sonrisas de Tord y Tori cuándo veían la copia colgada en grande en el pasillo.

—De alguna manera, siempre termino perdiendo lo que quiero.

—¿A qué te refieres?

—No tienes que ser un genio para entenderlo, Max. Pero te lo resumo — Se ahogó con su propia risa lastímera. —Soy huérfano desde los 12, tuve una relación muy tóxica de los 13 a los 24, perdí a mi perrita Susan por envenenamiento, también a mi guitarra cuando me trajeron aquí, y a mis amigos de toda la vida no los veo desde hace 5.. No, 6 años ya.

—Estás pagando lo de unas tres vidas. ¿Tú mataste a John F. Kennedy o porqué tanta mala suerte?

—Deja de reírte de mis desgracias.

—Es tú mejor opción en éstos momentos — Se colocó detrás de él, apretando sus hombros. Dejó de hacerlo cuando sintió el espasmo del menor. —Es como la Divina Comedia.

—Esa cosa es del sufrimiento por el pecado y el gozo por la fidelidad a Dios, no tiene nada que ver.

—¿Cómo no? Los pecadores se rieron de su destino y disfrutaron. Tú haz lo mismo, igual vas para el círculo de los suicidas.

—Gracias por la motivación.

Dejó en su lugar la fotografía para ir a dejarse caer en el colchón. Hundió su rostro en la fría fibra textil mientras sus uñas se enterraban, mirando a dónde se encontraban los niños; le parecía deprimente saber lo que les esperaba en un futuro.

—Oye Tom, ¿porqué tienes la cuna aquí ahora? No le veo caso a tener una guardería si igual va a dormir con ustedes.

—Tord es muy celoso. No sé porque piensa que quiero cogerme a alguno de sus amigos, y dijo que ya no quería verme fuera sin él; por eso la paso hasta acá.

𝑰𝒏𝒄𝒖𝒃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝟕𝑯𝟎𝑴𝟒𝟓.Where stories live. Discover now