13

512 65 9
                                    

Cada vez sentía que el tiempo escapaba más rápido de sus manos, mientras que él se quedaba atrás atrapado entre una multitud, dónde lo único que escuchaba era "Papá". No estaba listo para escuchar esas palabras, no deseaba que nadie lo llamase así, pero su pesadilla estaba por convertirse en realidad en algunas semanas más.

Según logró escuchar, tenía 30 semanas de gestación. Jamás fue fanático de las ciencias de la salud, sin embargo, recordaba que el parto era por ahí de las 40, por lo que en menos de 3 meses pasaría por lo que describían como el peor dolor por el que un humano podía pasar.

Eso solo le servía como motivación para encontrar a Osa Mayor. Necesitaba hablar con él para intentar encontrar una salida, sin importar el método que fuera; era ahora pareja de un brigadier, estaba seguro de que eso serviría de algo, siempre y cuando lograse agradarle.

Espero en un cuarto vecino durante más de 45 minutos, aguantando su asco por lo que parecía sangre seca en el piso y de las arañas que recorrían el cuarto que ahora era de su propiedad. Sus ojos hubiesen ardido de la exuberante cantidad de polvo que había en esa bodega si aún los tuviera, mas agradeció que no fuera así, ya que pudo apreciar el momento en que Powell dejó su habitación para atender sus deberes.

No dejó pasar la oportunidad, por lo que teniendo cuidado de evadir lo mejor posible la vista de las cámaras, se escabulló por detrás de unas plantas antes de entrar cual loco a la recámara. Suspiro aliviado al saber que ya se encontraba dentro, aunque sus nervios crecieron cuando vió a aquel chico sosteniendo a su hijo en una esquina, mientras le apuntaba con una pistola de calibre .22 long rifle.

—Empezamos mal.

—Quiero una explicación de quién eres y qué haces aquí, si no me convence te meteré una bala en el culo por cada palabra que dijiste.

—Veo que eres amistoso.

—Cuatro.

—Bien, bien, solo baja el arma por ahora, parece que tú bebé lo ve más como juguete que como amenaza.— Señaló al menor, que intentaba alcanzar con sus gruesos dedos el gatillo de la pistola. 

Se sentó contra la puerta después de colocar el seguro esperando a que hiciese lo que le pidió, en lo que tardó cerca de 5 minutos por su desconfianza absoluta del británico. No obstante, pudo notar su sorpresa en cuanto vió su vientre ya muy avanzado, suponiendo que por el estado de alerta ni siquiera notó su condición.

—Me llamó Thomas, Thomas Bridgewell. Voy a cumplir los 37 años éste junio.

—Mhm.

—No me quiero tardar, la verdad. Cómo ya pudiste ver, ah.. Estoy "embarazado"— Agregó con sus dedos el gesto, como si aún no estuviese convencido. —Y la verdad me estaba volviendo loco con toda la situación, hasta que encontré un informe de tí y tú hijo en un chequeo médico.

—Entonces ya sabes nuestros nombres, ¿no?

—Sí, Maximilian  y Emil. También sé que éstas con el Brigadier River Powell.

—Ajá. Sigo sin entender tú propósito.

—Voy a dar a luz pronto, y tú ya pasaste por eso. Solo quiero saber como fue todo; que pasó en tus últimos meses, como fue durante el alumbramiento, qué pasó después de eso.

—Mm.

Contempló su alrededor mientras el contrario decidía si le creía o no. El lugar era claramente más pequeño al que él estaba acostumbrado, y tenía apenas una cama, una cajonera, un espejo y dos mesitas de noche; todo lo demás eran cosas de bebé. Una cuna repleta de peluches y con dos cobijas, pañales, juguetes por doquier, chupones y ropa de dimensiones diminutas. Era un desastre.

—Fue terrible— Comenzó a relatar, abrazando a su niño. —Casi no podía respirar en las últimas semanas, no podía moverme, ni siquiera era capaz de taparme yo solo. Estaba exhausto, como sí me hubieran quitado toda la vida que me restaba.

Lo invitó a recostarse en la cama, a lo cuál el ya adolorido Tom no se negó.

—El parto fue peor. Sientes como si tus entrañas se pelearán por salir primero, y vives en carne propia un desangramiento peor que el de una herida de bala.. No te van a poner anestesia, te van a decir que debes tenerlo naturalmente sí o sí, a menos de que quieras sentir como te cortan vivo.

Los temblores violentos de hace unos meses habían vuelto, incluso cuando su rostro se esforzaba en aparentar calma.

—La recuperación fue más tolerable, hasta cierto punto. Todavía sangras un poco y quedas con un gran bulto en el que ya no hay nada, aunque eso va desapareciendo de a poco; además, los recién nacidos duermen gran parte del día, el problema es que se despiertan en horas poco prudentes.

Detestaba la idea, realmente lo hacía. Él jamás deseo hijos, en ningún momento de su vida, y ahora iba a ser obligado a tenerlos.

—Después de los seis meses puedes despedirte de tú identidad. Ya no vas a ser nadie, solo una máquina aútomatica de cuidados de bebé, nada más; tus necesidades van a pasar a ser un adorno, y tú mente no va a existir más.

Desconocía el origen de su llanto, pues podía deberse a varios motivos; el trauma, el estrés, el pánico, el miedo, la desmotivación, el deseo suicida o la repulsión. El mero pensamiento de pasar por todas esas etapas lo dejaban inconsolable, bajo una luz de primavera que contrastaba su sentir.

Maximilian le miró con pena a la vez que resignación, sentándose a un lado para palmar su espalda. No podía apoyarle de otra forma ni motivarle con nada, ya que comprendía su sentir; ninguno de los dos había imaginado esa realidad, y ninguno de los dos había aceptado ese tipo de vida. Solo habían tenido la mala suerte de ser blancos de la Armada Roja.

Se mantuvieron así durante más de dos horas, dónde el inglés dejó de preocuparse por si sería descubierto o no; incluso cuando intentó prepararse emocionalmente para lo que podría escuchar, esas vacías cuatro paredes no le proveían de la calidez que necesitaba, ni las pinturas lo apoyaban al ver en ellas siempre su dolor.

Había ejecutado y logrado lo que se había propuesto desde hace ya un tiempo, a pesar de saber que no acabaría bien. Y aunque aún le faltaba hacerle la propuesta, nada podía quitar su malestar interno que ahora guardaba al saber lo que vendría.

De manera discreta enterró sus uñas en su abdomen, maldiciendo una y otra vez al ser que se formaba dentro de él. No le tenía un odio habitual, sino uno mezclado con el rencor y la culpa; porque sabía que ese bebé no tuvo nada que ver en sus desgracias, sin embargo, pertenecía al grupo de recuerdos que no le permitían avanzar, y que al contrario, lo estancaban cada vez más.

—Sé que apenas nos conocemos, pero.. Quiero pedirte algo.

—Am.. Dime.

Durante algunos segundos se quedó mirando al limbo, para después mirarlo a él con sus esperanzas habiendo abandonado a su alma.

—Por favor, ayúdame a morir.

𝑰𝒏𝒄𝒖𝒃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝟕𝑯𝟎𝑴𝟒𝟓.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora