17

486 55 21
                                    

La música resonaba cuál eco por todo el lugar, probablemente por el número de músicos que tocaban a la vez; había más de 5 por instrumento, y todos estaban sincronizados sin fallo. El ambiente era bastante amigable hasta dónde podía notar, excepto para algunos cuántos que no disfrutaban mucho ese tipo de eventos; como él, por ejemplo.

Tom siempre había detestado los trajes de gala al igual que los incómodos zapatos de punta, y sin embargo ahora usaba todo eso, pues hoy era el día de su "boda". Para su fortuna no hubo ningún tipo de evento religioso dentro de ello, pero fue una tortura tener a más de 500 personas escuchar como firmaba su vida eterna a lado de un psicópata, y aún más terrible fue que todos ellos aplaudieran al ser formalizado.

Por lo menos ahora tenía la opción de elegir quedarse sentado a comer malvaviscos y agua, pues le habían negado hasta una leche con chocolate. Admiraba a los soldados bailar con sus esposas, a los niños jugar en el patio a el zorro astuto, y a los más ambiciosos llenar de halagos así como felicitaciones a su ahora esposo.

Recargo su cabeza encima de la mesa. Cubrió sus oídos con ambas manos. Encogió sus piernas lo más que pudo. Mordió el mantel lo suficiente hasta sentirlo casi por su garganta.

Con eso, atinó a ahogar un grito de fastidio, estrés y desesperación por salir de ahí; descargó parte de su corazón en ese pedido de auxilio que casi nadie escuchó, y lloró una vez más esperando que sus rezos funcionaran, para despertar de vuelta en su cama a un lado de Susan y con la resaca tan común de cada mañana.

-Ey, Tom- Una voz le llamó, sin mucho éxito en su llamado. -¡Tom!- Volvió a intentarlo, aún susurrando.

El británico aún mantenía sus oídos tapados, por lo que le era imposible escuchar algo. Por tanto no le quedó más remedio que sentarse a lado de él, poniendo su palma encima de su hombro.

-¡Ah!- Lo apartó de un solo manotazo, asustado por el toque repentino. -Eras tú, Paul.

-Sí, lamento si te espanté- Le ofreció una cálida sonrisa torpe, que era lo único que podía darle. -Ha pasado un tiempo.

-Supongo que sí.

-¿Y cómo ha ido todo?

-De maravilla.- Chasqueó la lengua así como sonrió, dejando saber la miseria en la que vivía.

-¿Tuviste problemas con él antes de hoy?

-No uno, cientos.

-Ya veo- Supuso que se refería al pasado, ya que debían tener más de 20 años de conocerse. -¿Y qué haces aquí tú solo?

-No me gustan las fiestas.

-A mí tampoco, son algo ruidosas.

-Y estúpidas.

-¿Porqué no le dices que te quieres ir? No creo que te lo impida en tú condición.

-Mi condición, sí- Era molesto que lo repitieran tanto. -No me dejará, ya lo sé.

-¿Hay algo que pueda hacer por tí?

-Devuélveme un año de mí vida, ¿puedes?

-..No.

-Entonces nada.

El de cejas gruesas guardó silencio después de su respuesta, intentando hilar sus principales teorías con la plática que habían tenido. Desde poco antes que supieran acerca de su embarazo lo había notado distinto, y conforme pasaba el tiempo lo veía más a disgusto; apagado, o tal vez pudriéndose como un cadáver de animal.

Sabía que no podía preguntarle a su líder, porque antes que todo, era su amigo, y sabía el gran mentiroso que podía ser. No admitiría sus fechorías guiado por la relación que guardaban, en cambio, era más probable que lo acusara de estar interesado en el de visor.

𝑰𝒏𝒄𝒖𝒃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝟕𝑯𝟎𝑴𝟒𝟓.Where stories live. Discover now