02

809 68 29
                                    

Al haber sido dormido con somníferos, no sabía cuanto tiempo había estado inconsciente, y con eso ya le era imposible hacer un cálculo de más o menos que hora era. No tenía ni idea de si afuera hacia Sol o si la Luna ya se había puesto, no sabía en que día vivía (y esta vez no por una borrachera).

—Ya que voy a estar anexado, mínimo deberían darme un reloj y un calendario.

El último probablemente no lo iba a usar, pero le gustaba quejarse.

Por vigésima vez, dió una vuelta entera al cuarto a lenta velocidad, con la mirada perdida al techo y sus manos colgando lado a lado, aburridas. El blanco ya le había cansado la vista, y no tenía nada interesante en que pensar para divertirse un poco; las anécdotas con sus antiguos amigos lo deprimían, y las demás no las recordaba como efecto del alcohol.

—Que bueno verte de nuevo, Thomas.

Inmediatamente se volteó a ver al nórdico, ya adentro de la habitación sin que él se diera cuenta de cómo la había abierto.

—Nos vimos hace unas horas.. O ayer, no sé.

—El tiempo no es importante por ahora— Enfatizó las últimas dos palabras, haciendo su recorrido al británico. —¿Ya se te quito la resaca?

—Lo que no se me quita es el asco del color rojo y blanco.

—Amanecimos bravos, ¿eh?

Sin ningún tipo de cuidado, tomó el mentón de Tom entre dos de sus dedos y lo direccionó a su rostro, observando las facciones del contrario mientras éste se contenía las ganas de golpearlo, aparentemente.

—La vida no te ha tratado nada bien. Tu cara esta limpia, pero todo tu cuello esta hecho pedazos; apuesto a que tu tórax y manos también.

—¿Y a tí que te importa?

—Muy poco, pero me gusta señalar los fallos.

Sonrió cínicamente y soltó la barbilla del castaño de la misma manera, buscando en su bolsillo un cigarro, un encendedor y un papel.

—Te van a operar en unas cuantas horas— Prendió la punta con facilidad, inhalando todo el humo en sus pulmones. —Te necesitábamos sobrio para eso.

—Te juro que te quito el otro brazo si te atreves a hacerle algo a mi visor.

—No tengo interés en dejarte ciego.

—¿Y entonces? ¿Ahora jugamos a ser doctores o algo así?

—Luego te explicaré. Estoy seguro de que tienes hambre, pero no puedes comer nada hasta después de la cirugía.

Exhalo, dejando escapar esa nube grisácea en la cara de Ridgewell. Le gustaba ver cómo se ahogaba él solo en un intento de dispersarlo en el aire, incluso si sería más fácil alejarse.

—Te vas a sentir del asco cuando despiertes. Pero créeme, esa ni siquiera será la peor parte.

—¿Ah no? ¿Y qué puede ser peor?

—Ya sabrás.

—Gracias por intentar asustarme, no lo lograste. ¿Era todo lo que tienes que decir?

—No.

De la nada, el escandinavo tomó entre sus manos la cadera del británico, atrayéndolo hacia él y encajando sus uñas bajo la ropa, después de hacer su camino hasta la maltratada piel del ojinegro.

—¿Recuerdas cuándo hacíamos ésto, Tom?

—¡Joder, quítate, commie! ¡Quítate YA!

Lo repudiaba más que el Smirnoff rebajado, sin embargo sus intentos por apartarlo resultaban en que las heridas que le estaba provocando se agrandaran más paulatinamente, hasta que dejó de intentarlo porque la sangre ya estaba manchando su ropa.

—¿Qué se supone que quieres ganar con ésto, maldito sádico?

—Revivir viejos tiempos, como los buenos, viejos amigos que somos.

—No soy tu amigo.

—Tienes razón, eres mi amante.

—Iugh, menos— Le traía recuerdos de sus 20's, y no le provocaba nada más que arcadas. —Eres un líder fascista o algo así, ¿no tienes mejores cosas que hacer aparte de joderme?

—No realmente, tengo todo en orden.

Era cierto que, antes de que lo atraparan, había escuchado que la Armada Roja se estaba haciendo de más poder. Ya no sólo tenía influencia en Inglaterra, sino también en Escocia y Gales, y ahora parecían estar haciéndose un nombre en Irlanda.

Ahora, el representante de toda esa organización estaba ahí, con su rostro recargado encima de su hombro y sus uñas encajadas tal cual las grapas a las hojas.

—Ya me cansé, quítate.

—Hm, siempre tan lindo con tus palabras— Finalmente se apartó después de un largo rato, con su cigarro aún encendido. —Vendré a verte después de tu intervención, para que no me extrañes demasiado.

Tomó el papel que había sacado de su bolsillo del piso, para pegarlo en una de las paredes acolchonadas del lugar; al menos esta tenía color. Un rojo vivo, pero era mejor a nada.

—Nos vemos, testigo.

Sus pasos firmes y perfectos lo llevaron hasta la puerta de cristal, que una vez cruzó, encendió las cámaras de afuera que apuntaban a su "habitación". No las había visto antes por alguna razón, pero tampoco le tomaba gran importancia, no es como que pudiera ir y apagarlas.

Nuevamente, sin nada que hacer y estando solo dentro de esos cuatro muros, optó por dormir en el piso tan suave como un colchón de excelente calidad, en parte para no sentir cuando lo fueran a operar. No iba a mentir, todo lo relacionado a la medicina solía ponerle los pelos (aún más) de punta.

Sin embargo, no sufrió por eso. Durmió durante más de 24 horas, pues apenas 120 minutos después de que cayó en brazos de Morfeo, activaron la cámara de gas que actuaba como un somnífero muy poderoso; ni siquiera se dio cuenta cuando lo operaron, gracias a que le pusieron la anestesia suficiente para la cirugía de 16 horas.

Cuando despertara, solo sentiría el tormento agudo de la herida que había debajo de donde terminaba su estómago.

Tord ansiaba verlo retorcerse de dolor puro.

𝑰𝒏𝒄𝒖𝒃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝟕𝑯𝟎𝑴𝟒𝟓.Where stories live. Discover now