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Había llegado hace dos días a esa habitación, y había tenido que dormir dos días seguidos a lado del líder rojo, sin poder siquiera intentar huir a la esquina o, en el más extremo de los casos, intentar asesinarlo por la noche.

Pero tampoco podía permitirse descansar estando a lado de un enfermo como lo era él, por lo que se sentía terriblemente cansado y desganado; solo dormía cuando él no estaba, lo cual no era ni cerca de suficiente, sin contar que la calidad de su sueño era pésima.

Además de eso, se sentía atrapado; ya no era como en su infierno blanco, donde podía dar la vuelta a esas cuatro paredes e intentar pasar el rato jugando a rodar, sino que estaba atado y reducido a distancias bastante mínimas que ni siquiera le permitían levantarse del todo.

Con sus "ojos" miro alrededor del cuarto nuevamente, acostado y muriendo de calor, gracias a los 30° del día. No encontraba una sola cosa que no le recordará al nórdico; los libros tenían la insignia de la Armada, las pinturas eran de él o sus victorias la mayoría, y el propio lugar estaba pintado de rojo.

—Odio vivir.

Antes lo decía como costumbre, ahora iba enserio. Nunca había deseado suicidarse tanto hasta este momento, donde en lo único que pensaba era la distancia que habría entre la ventana y el suelo.

Lamentablemente, no tenía tanto tiempo como para deprimirse tranquilo. El escandinavo había irrumpido dentro mientras se quitaba la gabardina, dejándola a un lado y acostándose junto al menor.

—Que asco de día.

—Que asco de vida.

—Te encanta quejarte, ¿no?

—Te aborrezco.

—Gracias, significa mucho viniendo de un matón.

El pequeño tic en su hombro le dio a entender que no tenía idea que él sabia sobre su antigua rutina, por lo que río y se ladeo, incluso cuando él le daba la espalda.

—¿Creíste que no lo descubriría?

—Cállate, por favor.

—En la secundaria te jactabas de ser un santo, ¿qué pasó con eso?

—Ay, joder.

Todavía seguía temblando y tenía el miedo de que volviese a violarlo, sin embargo, ahora estaba tan decepcionado de como se había tornado su futuro que nada le importaba. Había vuelto a ser el altanero Tom, con la única diferencia de que ahora estaba asustado del toque humano, la gente cerca de él, y temblores casi permanentes en su día a día.

—Solo mátame de una vez.

—Tienes a mi bebé dentro de tí, no puedo.

—Si pudiste ponerme un útero, ovarios, y hacer que mi cuerpo generara óvulos naturalmente, es una tremenda estupidez que no puedas hacer una incubadora parecida a un vientre.

—Claro que lo intentamos.

—¿Entonces que carajos hago yo aquí? ¿Es por pura venganza o algo así? No me extrañaría, siempre has sido un rencoroso de mier..

—Fallaron.

—¿Tus espermatozoides?

—Ja, ja, Tom, que gracioso eres— Su humor le fascinaba, excepto cuando era sobre él. —Ningún experimento sobrevivió.

—¿Y eso significa qué..?

—Lo más que pudimos crecer un embrión fue hasta el 7° mes, pero casi todos dejaron de funcionar por ahí de las 16 semanas.

—¿Funcionar? ¿Hiciste robots?

—Sus latidos, imbécil. Se detuvieron.

—¿Y por eso decidiste que capturar a más de 70 hombres para intentar embarazarlos era lo mejor?

Por unos segundos, el líder rojo se quedó callado. No porque le diera la razón, sino más bien porque, a su parecer, siempre era difícil hablar con el británico, aunque eso lo hiciera interesante.

—Eres afortunado.

—¿Porqué soy la incubadora de un grupo fascista?

—Porque no te usé como arma de guerra.

—Hubiera sido mejor.

—No, no lo hubiera sido.

—Hubiera muerto más rápido.

—No necesariamente.

—Jamás te puedo comprender.

Quiso abrazarlo por la cintura, sin embargo, se encontró con que se retorció de tal manera que quedó casi colgando de sus cadenas; supo entonces que tendría que tratarlo como a uno más de sus soldados, solo con palabras distintas.

—Te vas a lastimar.

—No sabía que te importaba.

—Si quieres quedarte ahí todo el día, yo no te voy a rogar.

—Perfecto, ahora vete.

—¿Recuerdas cuando me decías lo mismo cada pijamada?— Ese recuerdo le vino a la mente, cuando apenas tenían 3 años. —Siempre te enojabas conmigo por algo y me sacabas.

—¿Y? Al final de todos modos te volvía a invitar solo.

—No es que tú me dijeras algo cuando me colaba en tu cama.

—Porque en ese entonces no sabía que tus cuernos eran de verdad y no sólo pelo.

—Por tú culpa todo el salón creía que yo era el Diablo.

—Soy testigo de Jehová, es mi deber mantener a todos a salvo de tí.

Thomas ya estaba más tranquilo, y poco a poco iba acomodándose de nuevo en la cama. Tenía cuidado de no hacerse muy para atrás y tocar al nórdico, pero lo suficiente para poder ver la orilla.

Era un momento incómodo, especialmente cuando eres tú a quien miran. Y la mirada de Tord siempre había sido muy pesada, a veces jugandole a favor como ahora que era líder.

—Has sido un idiota desde la secundaria.

—Tú no te quedas atrás.

—Eras un maldito acosador y yo no me dí cuenta.

—Me gustabas, ¿qué querías que hiciera?

—Cosas de un novio normal.

—Define normal.

—No cogerte a una chica en MI fiesta de cumpleaños porque "estabas confundido"— El sabor amargo del pasado agrió su lengua en segundos. —Sabía que era mala idea dejar que Margaret fuera.

—La mala idea fue llevar alcohol teniendo 16.

—Siempre soy yo el culpable, según tú.

—Te pedí perdón de todas las formas posibles, ¿porqué no sólo lo olvidas?

—¿Olvidar?

Había un eco en él, "olvidar". ¿Debería hacerlo, o estaba bien guardarle rencor? Matt siempre decía que nunca perdonaría a nadie que le fuera infiel a alguien como él, y Edd solía decir que, si bien, nunca se podrían eliminar esos sinsabores de la vida, se podía perdonar para estar libre de esa carga.

Pero él no opinaba igual. Se sentó de manera casi mecánica y dejó las cadenas tensarse, mientras el odio en sus venas iba haciéndose camino hasta su garganta.

—Bien, Tord. Te perdono por acostarte con una chica a sabiendas de que siempre me dio inseguridad por su interés enfermo en tí; te perdono por ser un jodido manipulador y arruinar mi vida social, te perdono por nunca respetar mis límites, te perdono por abandonarme cuando peor me sentía, te perdono por intentar matarme..

Paró en seco, antes de escupir su coraje y asco.

—Pero no te perdono por volverte el líder rojo.

Se recosto dándole la espalda nuevamente, esta vez abrazándose a si mismo para ocupar menos espacio en la cama, y de esa manera, reducir el chance de tocar al nórdico.

—Tord murió para mí desde el día en que se fue, y me llamó "amigo" una última vez.

𝑰𝒏𝒄𝒖𝒃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝟕𝑯𝟎𝑴𝟒𝟓.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon