Oxford frunció el ceño y me detuvo colocándose frente a mí.

-¿Antídotos? ¿Acaso es droga?

-Escucha, no quería que llegáramos a ese punto, pero más de una vez atento contra ella misma. No tuvimos más alternativas. Ahora está mejor y seguramente pronto las medicaciones se irán.

Su rostro de preocupación no se fue, pero mostró un poco más de comprensión por la decisión. Para él, mi madre era como su segunda madre, ya que, crecimos juntos y él siempre compartía momentos conmigo fuera y dentro del palacio. De esa manera, ambos se acostumbraron uno al otro y compartían un lazo bastante familiar. Ella se sintió bastante enojada y triste cuando Oxford tomó la decisión de irse a la guerra sin boleto de regreso. Seguramente se alegraría mucho al verlo.

-Debes irla a ver, se sentirá mejor al saber que estás aquí.

Él nego y retrocedió.

-Sé como se sintió al verme partir. No quiero alterarla.

Chasqueé mi lengua.

-Ve y luego me dices. Tienes mi permiso.

Sonreí una última vez antes de esquivarlo y ir a mi habitación en la segunda planta del palacio. Allí encontré a mis sirvientas acomodando todo y entre esas cosas mi ropa de dormir. Se inclinaron al verme entrar y solo la ama de llaves quedó dentro mientras me quitaba todas las joyerías.

-Tengo una información que le gustará mucho, Su Majestad.

La mire a través del espejo y esperé a que hablara.

-Su prometida estará aquí por la tarde.

Sonreí casi de inmediato. Realmente se tomó los siete días para tener todo listo y volver tan pronto podía. Sentí mi corazón acelerarse y una inmensa ganas de que fuera mañana y volver a tenerla entre mis brazos.

-Muchas gracias por avisarme, Juls.

Inclinó su cabeza y se acercó para desabrochar mis zapatos. Era casi imposible que no lo hiciera, aún que, ya tenía mucho tiempo diciéndole. Ella prefería hacerlo y sentirse bien sabiendo que hacía su trabajo.

-El secretario del pueblo le estaba buscando para decirle, pero al no encontrarla me lo informó.

Asentí, aún que, ella no me veía.

El secretario del pueblo era llamado Zúrich. Había sido entrenado militarmente y también tenía conocimiento acerca del movimiento dentro del palacio, de nuestro pueblo y de los demás. Él era quien me tenía en contacto constantemente con ellos y así no debía ir yo físicamente. Era como mi mano derecha, aún que, no siempre estábamos juntos. Al ascender yo a mi puesto, él ascendió de igual manera y ahora éramos un dúo. Era joven tanto como yo, pero su inteligencia y astucia era excelente e inigualable.

-¿Desea que hagamos algo para recibirla, Su Majestad?

Sopese la idea. Tenía muchas ideas en mente. Aún que, conociéndola no desearía nada extravagante.

-Hagan el mismo postre de hoy, por favor.

Sonrió y asintió colocando mis zapatos fuera de mis pies y llevándolos a su lugar.

-Que pase buenas noches, Su Majestad.

Termino con una inclinación y salió de la habitación.

Tome una ducha y decidí dormir con rapidez para que el día siguiente llegara con prontitud. Sí, me había vuelto tonta por una princesa con hermosos ojos verdes y que amaba vestir de vestidos coloridos. 

~•~

Me detuve en medio del pasillo al ver que de frente veían lady keyla y la duquesa pilar hablando entre ellas y con sus sirvientas asignadas siguiéndolas. Miré alrededor buscando una ruta de escape. Bufé al saber que no lograría huir, ya que, el palacio estaba siendo utilizado para arreglos generales y de la nueva habitación de Luna.

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