Capítulo 7

2.7K 153 25
                                    

Al terminar las clases, nos fuimos a comer al nuevo italiano que habían abierto en el centro de Londres. La madre de Eli era italiana y había creado la mejor cadena de restaurantes italianos en Londres y en otros lados de Europa.

- Dios tía me encanta - dije cuando probaba unos ravioles rellenos de carne y sin queso.

- Y lo que pierdes por no comer el queso - dijo Eli.

Yo y mi odio por el queso, que era incapaz de poder olerlo y mucho menos comerlo.

- Pero esta es la mejor pasta que he probado. Los otros restaurantes son brutales, pero este... dios - dije saboreando la comida.

- Han contrato a uno de los mejores chef italianos - dijo Eli.

- Dios de verdad, necesito llevarme comida hoy de aquí - dije.

- Eso está hecho - dijo Eli.

Al terminar de comer, nos habían preparado unas bolsas para las dos con la comida. Ya que Lando iba a casa, mi intención era tenerle algo de cenar, al final tenía que hacer de anfitriona.  

Nos fuimos a hacer algo de compra para poder sobrevivir durante la semana  y también era uno de los momentos más relajantes de la semana, donde me gustaba disfrutar de los pasillos e ir mirando los productos, aunque esta vez tenía como acompañante a Eli.

- Me voy, tengo que hacer cosas. ¿Te llevo a casa? - pregunté metiendo la compra en el coche.

-  No, me vienen a buscar tranquila - dijo Eli dándome un abrazo.

- ¿Segura? 

- Sí, vete tranquila.

Me subí al coche y conduje hasta casa. Sólo me apetecía bañarme y ponerme cómoda porque estaba un poco agotada. Llegué a casa, y tras subir la compra fui directa a la ducha antes de que llegase Lando. Justo cuando estaba terminando de peinarme tocaron a la puerta.

- Hola - dijo Lando. 

Y allí estaba de nuevo la sonrisita de Lando con sus ojos tan bonitos que tiene.

- Hola, ¿cómo te han dejado subir? - pregunté mientras que le daba paso.

- Parece que hay gente que si le gusta el equipo de tu padre. ¿No lo sabías? - dijo Lando.

- Pues ni idea, es que nunca he dicho quien soy - dije.

- ¿Por? - preguntó Lando.

- No sé, siempre me ha gustado vivir en el anonimato - dije.

- ¿Siempre?

- Sí, nunca he querido ser parte del mundo donde se mueven mis padres - dije.

- No lo entiendo, pero lo respeto. Y lo siento porque ahora sea todo lo contrario - dijo Lando sentándose en los taburetes que están en la pequeña barra que hay en la cocina mientras que yo colocaba la compra.

- No te preocupes, seguro que me tendrás que devolver algún que otro favor - dije y Lando sonrió.

- He traído la cena, bueno he pedido al sitios donde me gusta las hamburguesas por aquí - dijo Lando.

- Dios hamburguesas - dije.

- Lo que te la he pedido sin queso - dijo Lando sacando las hamburguesas de una bolsa que había traído.

- Justo iba a decir eso - dije y sonreí mientras que Lando sacaba las cosas.

- Te escuché ayer con tu hermano y dije bueno por si acaso sin queso - dijo Lando.

- Gracias, mi paladar te lo agradecerá - dije y le sonreí.

- ¿Por? 

- No me gusta nada el queso, puedo incluso llegar a vomitar - dije.

- ¿Entonces no te gusta en las pizzas? - preguntó Lando.

- Es en el único lugar dónde puedo.

- ¿Cómo es posible eso? - dijo Lando sorprendido.

- Nadie lo entiende, ni yo lo entiendo - dije. - ¿Puedes comer pasta? 

- Sí, ¿por? - preguntó Lando.

- Hoy he ido a un nuevo italiano y me ha puesto un poco de todo - dije.

- ¿Y cómo has hecho con el queso?

- Pues por lo visto no soy la única que no come queso, pero he puesto una excusa para que pudiera probar algo con queso - dije.

- Gracias - dijo Lando.

Preparamos la mesa del salón, donde hicimos un pequeño popurrí de comida, entre las hamburguesas, las papas y la comida italiana.

- Está muy rica - dije saboreando la hamburguesa que había traído Lando con un bacon bien hecho, con una  salsa increíble que no sabíamos de que era con una cebolla caramelizada. 

- Y la pasta está increíble - dijo Lando.

- Dios así da gusto empezar la semana - dije saboreando las papas.

- La verdad es que sí - dijo Lando.

- ¿Mañana te vas? 

- Sí, ¿has estado alguna vez en Mónaco? - preguntó Lando.

- Sí, mi madre tiene un hotel por allí - dije.

- Pues entonces poco te puedo enseñar cuando vayas - dijo Lando.

Y que raro sonaba todo, y mi miedo a que al final por cualquier cosa nos pudiéramos enfadar porque al final éramos dos desconocidos.



Tenemos un pacto / Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora