Cuarenta y ocho.

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Ya viví esta escena y con mucha pena te digo no, conmigo no
Di lo que podía, pero a media puerta se quedó mi corazón.

Eran días difíciles y sobre todo para Evelyn, pues tenía que asimilar el hecho de que en algún momento podría perder al pequeño que dormía en su habitación, ¿que haría sin el? ¿que sería de ella sin el pequeño que le devolvió la vida?, extrañaba la vida que tenía, ¿tal vez deseaba que Arthur no hubiera aparecido comportándose como un idiota? sí, ella extrañaba al amor de su vida.

Evelyn se encontraba en su sala de estar, mirando por la ventana mientras el sol de la tarde se filtraba suavemente a través de las cortinas. Estaba perdida en sus pensamientos cuando escuchó un suave golpe en la puerta. Se levantó y, al abrirla, se encontró cara a cara con Arthur. Ambos se miraron, sus ojos mostraban una mezcla de tristeza y nostalgia.

—Arthur, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Evelyn con sorpresa.

Arthur se aclaró la garganta antes de responder. 

—Necesitaba hablar contigo, Evelyn. Hay muchas cosas que han quedado sin resolver entre nosotros.

Evelyn vaciló antes de dar un paso atrás y permitirle entrar. Se dirigieron al sofá, donde se sentaron en extremos opuestos, manteniendo una distancia simbólica.

—Entonces, ¿qué quieres decirme, Arthur? —preguntó Evelyn, evitando su mirada.

Arthur suspiró profundamente. 

—Quiero hablar sobre nosotros, Evelyn. Sobre lo que teníamos antes de que todo se desmoronara.

Evelyn lo miró con incredulidad. 

—Arthur, eso fue hace mucho tiempo. ¿Por qué traerlo ahora? ¿no me odias?

—Porque no puedo dejar de pensar en ello, en nosotros —dijo Arthur sinceramente—. Antes de que todo se complicara, éramos felices. Nos amábamos de verdad, ¿no lo recuerdas?

Evelyn cerró los ojos brevemente antes de asentir. 

—Sí, lo recuerdo. Éramos felices juntos, Arthur. Pero también recuerdo cómo me hiciste daño, cómo desapareciste sin decir nada, sin una explicación. Me rompiste el corazón.

Arthur miró al suelo, sintiéndose culpable por sus acciones pasadas. 

—Lo sé, Evelyn. Fui un cobarde al no enfrentar las cosas. Te lastimé, y lo lamento profundamente.

Evelyn lo miró fijamente. 

—Las disculpas no cambian el pasado, Arthur. Tuviste la oportunidad de arreglar las cosas, de volver a mí, y no lo hiciste. ¿Cómo puedo olvidar eso?

Arthur levantó la mirada, con los ojos brillando de emoción. 

—Entonces, ¿algún día me perdonarás? ¿Puede haber una oportunidad para nosotros en el futuro?

Evelyn parecía aturdida por la pregunta. Se tomó un momento para pensar antes de responder, con una voz llena de tristeza. 

—No lo sé, Arthur. Lo que teníamos se rompió en mil pedazos. No puedo decirte si algún día podré perdonarte completamente.

Arthur asintió, con una expresión sombría. Sabía que no podía esperar una respuesta diferente, pero la esperanza a veces era más fuerte que la lógica. 

—Entiendo, Evelyn. Gracias por escucharme.

La conversación dejó a ambos con un peso en el corazón. Se miraron durante un momento más antes de que Arthur se levantara y se dirigiera hacia la puerta. 

—Si alguna vez cambias de opinión, estaré aquí. —dijo Arthur con voz suave antes de salir de la casa de Evelyn.

Arthur se fue, y Evelyn quedó sola en su sala de estar. Sus palabras resonaron en su mente mientras recordaba los momentos que habían compartido juntos. A medida que pasaban los segundos, un sentimiento de arrepentimiento creció en su pecho. 

Quería salir corriendo, alcanzar a Arthur, decirle que tal vez, solo tal vez, podría encontrar la forma de perdonarlo. Pero cuando finalmente se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta, su corazón se hundió al ver que Arthur ya se había ido.

Evelyn, sintiendo una oleada de emoción abrumadora, gritó el nombre de Arthur mientras corría hacia la puerta. Pero cuando la abrió y vio que él ya se había ido, cayó de rodillas en el suelo de la sala de estar. Con lágrimas en los ojos, se susurró a sí misma en voz baja: 

—Te amo, Arthur... Te amo más de lo que jamás podrías imaginar...

Por otro lado, Arthur manejaba por las solitarias calles de la ciudad, con lágrimas en los ojos y el corazón hecho pedazos. Sabía que Evelyn jamás lo perdonaría por todo el dolor que le había causado. El peso de su arrepentimiento se apoderó de él, y no pudo evitar pensar en todos los momentos hermosos que habían compartido.

Recordó cómo solían besarse apasionadamente bajo la luz de la luna, cómo se perdían en sus miradas profundas, y cómo él le susurraba palabras de amor sincero. Cada uno de esos momentos ahora se sentía como un puñal en su corazón. Sabía que había perdido a la mujer que amaba más que a nada en el mundo, y la realidad de su error lo abrumaba.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras conducía, y la sensación de desesperación lo envolvía. Sabía que había cometido un grave error al alejarse de Evelyn, y ahora estaba pagando el precio. En ese momento, mientras las lágrimas lo cegaban, Arthur se prometió a sí mismo que haría lo que fuera necesario para ganarse el perdón de Evelyn, incluso si eso significaba luchar durante el juicio por la custodia de su hijo.

Mientras el paisaje de la ciudad pasaba por su ventana, Arthur recordó el día en que conoció a Evelyn. La carrera, las miradas, él supo en ese momento que estaba destinado a amarla. Se acordó de cómo ella lo desafió, lo hizo reír y lo llevó a vivir experiencias que nunca olvidaría.

Arthur también recordó las veces en que la besó con pasión desenfrenada, como si el mundo se detuviera a su alrededor. Esos besos eran su manera de expresar todo el amor que sentía por ella, y ahora lamentaba no haberlo hecho lo suficiente.

El sonido de su teléfono interrumpió sus pensamientos. Era un mensaje de texto de Charles, preguntándole dónde estaba. Arthur rápidamente escribió que estaba bien y que solo necesitaba un poco de tiempo para pensar. No estaba listo para enfrentar a Evelyn o a nadie más en ese momento.

Arthur continuó manejando sin rumbo fijo, dejando que sus pensamientos y emociones lo abrumaran. Sabía que tenía que tomar medidas para enmendar su error, pero también sabía que sería un camino largo y difícil. El amor que sentía por Evelyn era más fuerte que nunca, y estaba dispuesto a luchar por una segunda oportunidad.

Finalmente, después de horas de manejar por la ciudad, Arthur se detuvo en un mirador con vista al mar. Las olas rompían suavemente en la orilla, y el sonido del océano llenó el aire. Se bajó del auto y se quedó allí, mirando al horizonte, con el corazón lleno de remordimiento y esperanza.

Pensó en lo que le diría a Evelyn cuando finalmente se enfrentaran en el juicio por la custodia de su hijo. Sabía que tenía que disculparse sinceramente y demostrarle que había cambiado. Su amor por ella era inquebrantable, pero ella no lo quería más en su vida.

Han sido tantas despedidas que en verdad dedicarte un verso más está de más
Así que corre como siempre que no iré detrás, lo has hecho ya y, la verdad, me da igual.

The One | Arthur Leclerc.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ