Dieciséis.

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Tiempo después.

El tiempo seguía su marcha implacable, llevando consigo los días y las noches en un flujo constante. Evelyn había aprendido a vivir con el dolor de la ausencia de Arthur, aunque no había un solo día en el que no lo extrañara con todo su ser. El amor que compartieron, los recuerdos compartidos y los planes truncados seguían siendo una parte inseparable de su corazón.

Con el paso de los meses, su vientre había comenzado a abultarse, un recordatorio constante de la vida que crecía dentro de ella. A pesar de la esperanza y la alegría que debería haber sentido por la llegada de su bebé, su corazón estaba nublado por la tristeza y la incertidumbre. Había aceptado la realidad de que Arthur no regresaría, que su voz solo existiría en los recuerdos y en los mensajes de voz que guardaba con tanto cariño.

El anillo de compromiso que había sobrevivido al accidente se encontraba guardado en su cajón, un símbolo de un futuro que ya no podía ser. A veces, se sentaba en su habitación, sosteniendo el anillo entre sus dedos y dejando que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas. Había imaginado tantas veces el momento en que Arthur se lo pondría, el compromiso que sellaría su amor para siempre.

La vida seguía adelante, y aunque Evelyn trató de encontrar consuelo en la compañía de su familia y amigos, había una parte de su corazón que siempre estaría reservada para Arthur. La llegada de Charles y Alexandra con su noticia del embarazo solo había profundizado su dolor. Aunque se alegraba por ellos, no podía evitar sentir que le habían arrebatado una experiencia que le pertenecía a ella y a Arthur.

Con cada día que pasaba, Evelyn luchaba por encontrar un equilibrio entre el amor que sentía por su bebé y el vacío que Arthur había dejado en su vida. Pasaba horas mirando fotos de él, escuchando sus mensajes de voz una y otra vez, tratando de aferrarse a cada pedazo de él que quedaba. Aunque había comenzado a aceptar la idea de criar al bebé sola, seguía deseando que Arthur estuviera allí para compartir cada momento.

Las noches eran especialmente difíciles. Se acurrucaba en su cama, abrazando una almohada en lugar del cuerpo de Arthur que tanto anhelaba. A veces, se perdía en sus sueños, buscando en vano su presencia en su mundo imaginario. Pero cada vez que despertaba, la realidad la golpeaba con fuerza, recordándole que él ya no estaba ahí.

A medida que los meses avanzaban, Evelyn había decidido hacer frente a la realidad de su situación. La búsqueda de Arthur había llegado a un punto muerto, y aunque su corazón se resistía a darlo por muerto, sabía que era hora de comenzar a sanar y a construir una nueva vida para ella y su bebé. Cada movimiento del bebé en su vientre era un recordatorio de que había una vida que dependía de ella, una razón para seguir adelante.

Aunque su amor por Arthur siempre estaría presente, Evelyn estaba decidida a encontrar la fuerza para seguir adelante. Su amor por su bebé se convirtió en una fuente de esperanza y motivación, una luz en medio de la oscuridad que la había rodeado. Sabía que había momentos difíciles por delante, pero también sabía que tenía el poder de crear un futuro lleno de amor y felicidad para ella y su pequeño.

Con cada paso que daba hacia adelante, Evelyn sabía que estaba honrando la memoria de Arthur de la mejor manera posible. Aunque su presencia física ya no estaba, su amor y su influencia seguían vivos en su corazón. Y mientras enfrentaba la realidad de su nueva vida, Evelyn estaba decidida a encontrar la fuerza para ser una madre amorosa y valiente, un legado que Arthur habría estado orgulloso de compartir.

Y aún que los días continuaban su curso, cada uno marcado por una mezcla de emociones para Evelyn. El dolor por la pérdida de Arthur seguía siendo una sombra constante en su corazón, pero también había un rayo de esperanza que comenzaba a brillar más fuerte. Su vientre abultado era una prueba tangible de la vida que crecía en su interior, una vida que llevaría una parte de Arthur consigo.

Aunque su corazón anhelaba la presencia de Arthur, sabía que debía encontrar la fuerza para dar lo mejor de sí misma por el bien de su bebé. Y en medio de la oscuridad que a veces la rodeaba, la noticia de que su bebé era un niño trajo un rayo de luz a su vida.

Evelyn se encontraba en la sala de espera de la clínica, nerviosa pero emocionada por su próxima consulta. La enfermera la llamó y la guió hacia la sala de examen. Se acostó en la camilla, su mente llena de pensamientos y emociones encontradas. Mientras el médico comenzaba a realizar el ultrasonido, ella observaba la pantalla con ansias, esperando ver la imagen de su bebé.

El monitor se iluminó, y el corazón de Evelyn se aceleró al ver la pequeña figura en la pantalla. Su bebé estaba allí, pequeño pero perfectamente formado. Sus lágrimas de emoción comenzaron a caer mientras observaba el latido del corazón del bebé, una prueba viva de la vida que estaba creciendo dentro de ella.

- ¿Quieres saber el género del bebé? - Preguntó el médico amablemente.

Evelyn asintió con entusiasmo, apenas capaz de contener su emoción.

- ¡Es un niño! - Anunció el médico, mientras señalaba la pequeña imagen en la pantalla.- Todo parece estar bien, y su desarrollo está progresando según lo esperado, tendrás un niño, Evelyn.

Las lágrimas seguían fluyendo por el rostro de Evelyn, pero esta vez eran lágrimas de felicidad. Saber que estaba esperando un niño llenó su corazón de alegría y anticipación. Sería madre de un niño, un pequeño ser que llevaría una parte de Arthur consigo.

Después de la consulta, Evelyn caminó por los pasillos de la clínica, su mente llena de pensamientos sobre el futuro que le esperaba. Imaginó a su pequeño niño creciendo, llenando su vida con risas y amor. Pero también sabía que enfrentaría desafíos, que habría momentos en los que extrañaría más que nunca a Arthur y desearía que estuviera allí para compartir cada paso del camino.

Esa noche, mientras se encontraba en su habitación, acarició su vientre con ternura. 

- ¿Puedes sentirlo, mi pequeño? - Murmuró con una sonrisa triste.- Tu papá te hubiera amado tanto, habría sido el mejor padre del mundo.

La voz de Arthur resonó en su mente, recordándole los momentos que compartieron juntos, los sueños que habían compartido y las promesas que se habían hecho. Evelyn cerró los ojos, permitiéndose sentir su presencia en su corazón.

La noche pasó tranquila, y Evelyn se sumergió en un sueño profundo. En sus sueños, vio a Arthur sosteniendo a su bebé con cariño, sonriendo con amor mientras miraba al pequeño que llevaría su legado. Juntos, formaban una familia en su mundo imaginario, un lugar donde las tristezas y las despedidas no existían.

A medida que el sol se elevaba en el cielo, Evelyn despertó con una sensación de calma en su corazón. Sabía que había un largo camino por recorrer, pero también sabía que no estaba sola en este viaje. Tenía a su bebé, a su familia y a los recuerdos de Arthur para guiarla.

The One | Arthur Leclerc.Where stories live. Discover now