CAPITULO 26

1.4K 128 5
                                    


Camila POV

Habían pasado algunos minutos y aun seguía sentada en aquel banco de madera. Las personas caminaban de un lado a otro, y algún que otro niño seguía jugando por allí. Mis ojos no podían alejarse de aquel colegio; en los dos ventanales que daban a la calle, se podía ver como los niños estaban ya sentados en sus sillas prestando atención a lo que su maestra les explicaba.

Aún recordaba cuando era yo la que estaba en esa posición, y como había disfrutado aprender de una buena maestra.

Por un momento me permití fantasear con enseñar allí. Pero estaba segura que sería rechazada en el momento si siquiera intentaba pedir empleo allí.

¿Quién contrataría a alguien sin tener un diploma?

No me consideraba una chica con tanta suerte como para ir de manos vacías y que por arte de magia saliera de allí con un nuevo empleo. 

Y a decir verdad, uno en el que de verdad me gustaría trabajar.

Aunque mis esperanzas eran pocas, estaba decidida a por lo menos intentarlo; así que al llegar a casa buscaría los documentos que certificaban que en algún momento comencé una especialización en pedagogía musical, pero que lamentablemente no pude terminarla.

Aún así, no quería volver a casa tan pronto; por eso empecé a caminar recorriendo las tiendas que estaban en la zona. Había un montón de locales de ropa y de comida, había una gran librería y algunos restaurantes un poco mas lujosos; que estaba segura no tenía ni la mitad del dinero necesario para entrar allí.

Seguía haciendo un día maravilloso, así que decidí recorrer un poco más y tal vez volver a casa caminando.

Había estado caminando unos 15 minutos cuando vi algo que llamó mi atención. Me detuve frente a una tienda de grandes ventanas que permitían ver hacia el interior, dejando a la vista un montón de obras de arte. Una cantidad de cuadros estaban colgados, mientras otros habían sido colocados en caballetes, para mejor exposición.

Había quedado pasmada por lo que transmitía cada pintura, cada pincelada; pero no fué sino cuando noté una cosa más, que mi mundo dio vueltas.

En el frente de la tienda, colgaba un cartel que debería decir el nombre; pero había algo allí que me había acelerado el corazón por primera vez en muchos días.

Una libélula.

Eso no me podía estar pasando ¿No?

Esto no era real.

¿Podía ser posible que estuviera parada frente al estudio de Lauren?

Eran muchas coincidencias. Ella me había contado de su estudio de arte, y esa libélula... Era idéntica a la que llevaba tatuada en su nuca. No podría olvidarla. 

No podía olvidar su cuerpo desnudo, ni aunque lo intentara. 

El cartel rectangular que colgaba en la puerta decía que aún estaba abierto, así que las posibilidades de que la ojiverde me encontrara allí parada aumentaban cada minuto.

Moría de ganas de verla, de decirle que la extrañaba; aunque eso no tuviera lógica alguna. Habíamos compartido una sola noche, seguro se asustaría si le dijera que no había dejado de pensar en ella ni un solo día. También podría molestarse. No podía olvidar que tenía novia, o al menos eso había dicho la chica rubia.

No podía creer que Lauren de verdad estuviera enamorada de esa mujer. Era totalmente lo opuesto a mi. Nuestros cuerpos no se parecían en lo más mínimos y dudo que nuestras personalidades tuvieran algo en común.

Sabor a almendras -Camren-Where stories live. Discover now