21. Esa maldita gorra

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Al despertar en la mañana siguiente, los primeros rayos del sol filtrándose por la ventana iluminaron la escena. Pedri fue el primero en despertar, sintiendo una suave presión en su cuerpo. Su pequeño sevillano aún estaba profundamente dormido sobre él, su rostro reposando en su hombro, y con cada exhalación, liberaba su cálido aliento sobre la piel sensible de su cuello.

La visión de Gavi durmiendo a su lado, con su expresión tranquila y su cara de niño bueno, el mismo que luego, en su intimidad, se transformaba en un sátiro juguetón, llenaba el corazón de Pedri de una paz indescriptible. Era como si el mundo exterior se desvaneciera en ese momento, y solo existieran ellos dos, compartiendo un espacio íntimo y mágico. Nunca se acostumbraría a dormir con él, porque todas y cada una de las veces, se le quedaba mirando como si fuera la primera, recordando cuán afortunado se sentía por tenerlo en su vida.

Mientras su mente viajaba entre pensamientos amorosos y algunas fantasías más calientes, sus manos no pudieron evitar acariciarle instintivamente bajo las sábanas, comenzando por los glúteos de Gavi, ese lugar que Pedri admiraba y deseaba con pasión. Era una de sus partes favoritas del menor y no le avergonzaba reconocerlo. El tacto suave y la forma en la que sus dedos se deslizaban sobre la piel de Gavi generaban un cosquilleo placentero en sus yemas, siendo adictivo hasta cierto punto, porque sabía que su pareja tenía uno de los mejores culos entre todos sus amigos, y eso no era un secreto para ninguno de los dos.

Luego, sus manos ascendieron lentamente, recorriendo el centro de la espalda de Gavi. Una de sus manos se detuvo a lo largo del camino, permitiéndose disfrutar del contacto con la piel tibia y suave, mientras que la otra mano subió con cuidado hasta llegar a la cabeza de Gavi, donde comenzó a realizar suaves masajes, entretejiendo sus dedos entre los mechones ondulados de su cabello. Era un gesto que Pedri realizaba con dedicación y cariño, porque sabía cuánto relajaba a Gavi. Cada movimiento, cada caricia, estaba impregnado de amor y conexión, fortaleciendo el lazo entre ellos.

El roce de sus dedos entre las ondas del cabello de Gavi tenía un efecto mágico. La sensación de su pelo suave y sedoso bajo sus manos, el ritmo constante y tranquilizador de sus masajes, todo ello transmitía un mensaje de tranquilidad y seguridad. Cada caricia era como un bálsamo para el alma de Gavi, liberando tensiones y preocupaciones, y permitiéndole sumergirse aún más en el mundo de los sueños.

Con un suspiro matinal cargado de cariño y ronquedad, Pablo rompió el silencio al notar que Pedri se había detenido en su masaje. -Hmmmf. Sigue porfa- dijo con su voz llena de afecto y ternura, aunque con las notas del reciente despertar.

-¿Estás despierto?-, preguntó Pedri, esbozando una sonrisa en su rostro mientras dirigía su mirada hacia el rostro de Gavi para ver si podía ver sus preciosos ojos. Sin embargo, seguían cerrados. A pesar de ello, la tranquilidad que se reflejaba en su rostro indicaba que se encontraba sumido en un estado de profundo relax.

-Desde hace rato-, admitió el menor con una sonrisa traviesa como si le estuviera confesando un pequeño secreto. -Pero me estaba gustando tanto tu masajito que no me quería mover-, añadió, mostrando una conexión que solo ellos podían entender.

Las risas suaves resonaron en la estancia mientras el tinerfeño respondía con picardía: -Qué cabrón. Como te aprovechas de mí.-

-Como si tú no te hubieras aprovechado cuando creías que estaba dormido para toquetearme el culo-, expuso el andaluz con un toque de burla y humor.

-Pues no te lo toqueteo más-, protestó el mayor en un tono falso de molestia, tratando de jugar y provocar a su compañero.

Pero entonces Gavi retiró con suavidad una de sus manos que había mantenido bajo la almohada para coger la mano de Pedri, que descansaba en su espalda, y la llevó con cariño hasta su trasero. -Puedes tocarme el culo todas las veces que quieras. Me gusta que lo hagas-, afirmó con un tono de picardía y sinceridad en su voz, dejando al descubierto su deseo y la profunda complicidad que nutría su relación.

Nankurunaisa (Gavi x Pedri)Where stories live. Discover now