Capítulo XXXIII

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Dos semanas después Valentina mantuvo una reunión con Luciana Conte, la italiana le aseguró que tomaría una decisión a finales de año. La reunión fue un momento muy incómodo para Valentina, ya que Conte le preguntó por Juliana de inmediato, pero consiguió salir airosa del trance. Los inversores habían reducido la lista a dos candidatos: Starprises, un importante estudio de Manhattan, y ella. Por delante quedaba una última reunión en Navidad donde revelarían la maqueta final del proyecto. Menos mal que contaba con el respaldo de Drysell, porque estaban a punto de librar la última batalla. Por desgracia, ignoraba de qué lado se inclinaba Conte, y esa incertidumbre la tenía de los nervios.

Estaba deseando llegar a casa y disfrutar de una buena cena, tras lo cual vería un poco de TV. Y después se metería en la cama con su mujer. Sin intención alguna de dormir. Mejor pasaba de la tv. Abrió la puerta, estampó los pies en el suelo con fuerza para quitarse la nieve de los zapatos e intentó calcular cuánto tiempo tardaría en comer,  y en llegar a la parte más importante de la velada… y de repente pisó una caca de perro.

Gritó, furiosa, y levantó el zapato. Un zapato italiano cosido a mano que en ese momento lucía un tono más marrón que el original. Su precioso parquet estaba manchado. La casa olía a mierda en vez de a comida. Iba a matarla.

—¡Juliana!

La susodicha llegó procedente de la cocina, colorada ya fuera por la culpa o por la vergüenza, y se detuvo al verla. Tras ella distinguió una sombra alargada. Valentina entrecerró los ojos al ver al sucio sabueso que la atormentaba desde que era pequeña. En ese instante decidió, que con sexo o sin sexo, esa mujer estaba fuera de control.

—Se larga. Ahora mismo.

—Pero…

—Lo digo en serio, Juls. ¡Por el amor de Dios, quiero a ese perro fuera de mi casa! Mira lo que acaba de hacer.

Juliana desapareció y, cuando volvió con un paquete de toallitas húmedas y una bolsa de basura, se dispuso a limpiarlo todo. Valentina se quitó el zapato con cuidado y rodeó la caca de perro mientras contemplaba que su mujer procedía a limpiar y a explicarle lo sucedido con idéntico fervor.

—Escúchame un momento. Sé que no podemos quedárnoslo. Ni siquiera voy a intentar convencerte. Es que me llamaron del refugio para decirme que se le había agotado el tiempo y que lo sacrificarían hoy. No sé por qué nadie quiere quedarse con él, es un perro precioso, y te prometo que si nos lo quedamos solo un par de días, le encontraré un hogar.

La sombra se mantuvo en el vano de la puerta de la cocina, con los ojos amarillentos carentes de emoción mientras aguardaba el veredicto. Valentina gruñó, disgustada.

—Nadie lo quiere porque es el perro más feo que he visto en la vida. Incluso podría ser peligroso.

Juliana resopló.

—Es un encanto de animal, ni siquiera sabe gruñir. Los del refugio me han dicho que lo encontraron en una carretera desierta con una pata rota. Seguro que lo tiraron de algún coche.

«¡Mierda!», pensó Valentina.

—Sé que está sucio, pero creo que es un perro inteligente y que el problema es que nadie lo ha educado. Lo mantendré en la habitación del fondo, lo limpiaré todo y te prometo que se irá dentro de un par de días. Valentina, por favor, ¿sí? Dame solo un par de días.

Irritada por sus súplicas y por su propia reacción, se quitó el otro zapato y se acercó al animal.

Como si quisiera desafiarlo, se plantó frente a él y esperó a que le demostrara algún signo de violencia o de comportamiento callejero a modo de excusa para echarlo de su casa.

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)Onde histórias criam vida. Descubra agora