Capítulo XVI

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—Joder, me refería a tus pechos. Era una adolescente insoportable que solo quería torturarte. Siempre has sido muy guapa.

En la cocina se hizo un repentino silencio.

Juliana levantó la vista de las verduras con la boca abierta. Durante todos los años que se había relacionado con Valentina Carvajal, esta la había atormentado, torturado e insultado. Jamás le había dicho que fuera guapa.

Valentina batió la nata y dijo a la ligera:

—Sabes a lo que me refiero. Eres guapa, pero desde el punto de vista fraternal. Las vi, a Eva y a ti, dejar de ser niñas y convertiros en mujeres. Ninguna de las dos es fea. Ni gorda. Creo que te juzgas con demasiada dureza.

Juliana comprendió lo que le decía. Valentina no la veía como a una mujer guapa, sino más bien como a una irritante hermana pequeña que había acabado siendo atractiva. La diferencia era enorme, y tuvo que esforzarse para no sentirse dolida.

—Bueno, pues yo voy a comerme esta ensalada y no quiero escuchar ni un comentario más.

—Vale. ¿Te importa abrir una botella de vino? Hay una enfriándose en el frigorífico.

Juliana descorchó una cara botella de chardonnay y observó a Valentina mientras lo probaba. Percibió el olor amaderado y afrutado del vino. Se debatió durante unos instantes, pero claudicó. Una copa. Después de todo, se la merecía.

Se sirvió una copa y bebió un sorbo. El líquido se deslizó por su garganta. Era un poco seco, pero suave al gusto. Tuvo que contener un gemido de placer. Se lamió los labios mientras cerraba los ojos y dejaba que el sabor del vino la inundara.

Valentina estaba a punto de decir algo, pero se quedó muda. Verla beberse el vino y disfrutar de su sabor la dejó paralizada. La sangre comenzó a latirle en las venas y estaba mojada al instante. Juliana se lamía los labios con tanta delicadeza que deseó verla lamer otra cosa que no fuera vino. Se preguntó si también gemía de esa forma tan ronca cuando tenía a una mujer enterrada entre los muslos, enterrada en su húmedo cuerpo. Se preguntó si dicho cuerpo sería tan ardiente como sus labios y si se cerraría en torno a ella como si fuera un puño de seda, exigiéndole que le diera todo y obligándola a darle eso y mucho más. Los pantalones que llevaba revelaban todas sus curvas, desde el trasero hasta el delicioso contorno de sus piernas. Se le había subido la sudadera, dejando a la vista un trozo de piel desnuda.

Era evidente que se había quitado el sujetador, ya que no la veía como una mujer que la deseaba, sino más bien como a una hermana mayor sin deseos ocultos.

Deseó mandarla al cuerno por su capacidad para complicar las cosas. Tras dejar el cuenco con la pasta sobre la mesa, se dispuso a colocar los cubiertos.

—Deja de beberte el vino así. No estás en una película porno.

Juliana soltó un grito ahogado.

—¡Oye, no la pagues conmigo, so gruñona! Yo no tengo la culpa de que tu empresa sea más importante para ti que un matrimonio de verdad.

—Sí, pero si no recuerdo mal, tú estabas muy dispuesta a aprovechar la oportunidad. Tú y yo estamos empatadas en esto.

Juliana cogió el cuenco de la pasta y se sirvió un plato.

—¿Quién eres tú para criticarme? Siempre te lo han dado todo. Te regalaron un Mitsubishi Eclipse cuando cumpliste los dieciséis años. A mí me regalaron un Chevette. El recuerdo hizo que Nicki se tensara.

—Tú tenías una familia. Yo tenía una mierda.

Juliana guardó silencio, durante el cual cogió un trozo de pan de ajo caliente cubierto por mozzarella derretida.

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)Kde žijí příběhy. Začni objevovat