Capítulo X

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-¿Lo ves? No pasa nada.

Esos labios carnosos hicieron un mohín que ella supuso que era de irritación. Saltaba a la vista que Valentina Carvajal no la consideraba una adulta, sino una especie de ser humano asexuado. Como una ameba.

Juliana abrió la puerta y le impidió replicar al decir:

—Que empiece el espectáculo.

Valentina masculló algo y la siguió.

No tuvieron ni que molestarse en llamar al timbre. Los miembros de su familia salieron uno a uno, hasta que el porche delantero estuvo atestado con sus chillonas hermanas y con varios hombres que no les quitaban los ojos de encima. Juliana había llamado para decirles que se había comprometido.

Se había inventado que llevaba un tiempo saliendo con Valentina en secreto, que lo suyo había sido un romance fulminante y que se habían comprometido de forma impulsiva. Hizo hincapié en el pasado que compartían para que sus padres creyeran que habían mantenido el contacto a lo largo de los años y que seguían siendo amigas.

Valentina intentó quedarse rezagada, pero las hermanas de Juliana se negaron a darle el gusto. Isabella y Carla se lanzaron a sus brazos para darle un achuchón sin dejar de hablar.

—¡Enhorabuena!

—¡Bienvenida a la familia!

—Izzy, te dije que sería guapísima. ¿A que es increíble? ¡Amigos de la infancia que ahora serán esposas!

—¿Tenéis ya fecha para la boda?

—¿Puedo ir a la despedida de soltera?

Valentina parecía estar a punto de saltar por la barandilla del porche para salir corriendo.

Juliana se echó a reír. Interrumpió a sus hermanas gemelas con un abrazo.

—Dejen de aterrorizarla, chicas. Por fin tengo un prometida. No me lo vayáis a estropear.-  Sus hermanas se echaron a reír. Eran dos chicas idénticas de dieciséis años con el pelo del color del chocolate, los ojos miel grisaseos y unas piernas larguísimas. Una llevaba ortodoncia, la otra no. Juliana estaba convencidísima de que sus profesores agradecían mucho ese detalle. Sus hermanas eran muy traviesas y les encantaba gastar bromas, haciéndose pasar la una por la otra.

Un grito exigente se hizo con su atención. Levantó al angelito rubio que tenía a los pies y cubrió de besos a su sobrina de tres años.

—Taylor Bicho Malo, te presento a Valentina Carvajal. Tía Val para ti, mocosa.

Taylor la miró con la cuidadosa atención de la que solo eran capaces los niños pequeños. Valentina esperó su opinión con paciencia. Después, su carita esbozó una sonrisa deslumbrante.

—¡Hola, Valentina!

Ella le devolvió la sonrisa.

—Hola, Taylor.

—Aprobación recibida —dijo Juliana. Le hizo un gesto a Valentina para que se acercara—. Deja que siga con las presentaciones. Mis hermanas gemelas, Isabella y Carla, ya creciditas y sin pañales. — Pasó de sus gemidos de protesta y sonrió—. Mi cuñada, Gina. Y ya conoces a mi hermano Lance y a mis padres. Chicos, os presento a Valentina Carvajal, mi prometida.

Ni siquiera se trabó con la palabra.

Su madre, Lupr, tomó la cara de Valentina entre las manos y le dio un fuerte beso.

—Valen, mírate qué grande estás. —Abrió los brazos en señal de bienvenida—. Y qué bella.

Juliana se preguntó si lo que veía en las mejillas de Valentina era rubor, pero después desechó la idea

Valentina carraspeó.

—Esto… gracias, señora Valdez. Hace siglos que no nos vemos.

—Valen, tía, sí que hace siglos que no te veo. Y ahora me entero de que vas a formar parte de la familia al casarte con mi hermana. Enhorabuena. - Dijo Lance

—Gracias.

Su padre se adelantó y le tendió la mano.

—Dime Chino —le dijo—. Recuerdo que te pasabas la vida atormentando a mi pequeñina. Creo que su primer taco oficial lo pronunció pensando en ti.

—Pues creo que sigo teniendo el mismo efecto —replicó Valentina con sorna.

El padre soltó una carcajada. Gina se apartó de Lance para darle un fuerte abrazo.

—Ahora a lo mejor cuento con alguien para igualar las fuerzas —dijo ella. Sus ojos verdes brillaban

—. Siempre acabo perdiendo en las reuniones familiares.

Juliana soltó una carcajada.

—Todos adentro. Brindaremos con champán, comeremos y después nos tomaremos un buen café.

—¿Puedo beber champán?

—¿Y yo?

Lupe negó con la cabeza mientras miraba a las dos chicas, que se habían postrado de rodillas a sus pies con actitud suplicante.

—Van a beber zumo de manzana con gas. He comprado una botella para la ocasión.

—¡Yo también, yo también!

Juliana miró a la pequeña que tenía en brazos con una sonrisa.

—De acuerdo, mocosa. Tú también beberás zumo de manzana.

Dejó a su sobrina en el suelo y la vio correr hacia la cocina, afectada por la emoción reinante. La cálida aceptación de su familia la envolvió como una capa acogedora y se impuso a los nervios que tenía en el estómago.

¿Sería capaz de llevarlo a cabo? Lanzar un hechizo de amor para atrapar a una desconocida muy rica que sacara a su familia de los apuros era una cosa. Pasar un año entero con una Valentina Carvajal de carne y hueso era harina de otro costal. Si sus padres se olían que había tramado un matrimonio de conveniencia para salvar la casa familiar, nunca se lo perdonarían. Ni se perdonarían ellos. Pese a las constantes facturas del tratamiento médico para la enfermedad cardiovascular de su padre, el orgullo familiar los instaba a rechazar cualquier ayuda económica de los demás. Saber que su hija había sacrificado su integridad para salvarlos les partiría el corazón.

Valentina la observaba con una expresión rara, como si intentara desentrañar algún misterio. El deseo de tocarla le quemaba los dedos.

—¿Estás bien? —le preguntó Juliana

—Sí, entremos —contestó

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora