Capitulo XIV

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Valentina se volvió para observar a su flamante esposa, dormida en ese momento. Había apoyado la cabeza en la puerta de la limusina. Se había arrancado el tocado de encaje, que yacía arrugado a sus pies. Los rizos negros caían alborotados, ocultándole los hombros. Olvidada, la copa de champán descansaba en el portavasos, ya sin burbujas. En el dedo anular llevaba un diamante de dos quilates que relucía bajo los últimos rayos del sol de la tarde. Había separado los labios, voluptuosos y rojos, para respirar… y cada vez que lo hacía, se escuchaba un delicado ronquido.

Juliana Elizabeth Valdez era su mujer.

Valentina cogió su copa de champán y brindó en silencio por el éxito obtenido. Por fin era la dueña absoluta de Dreamscape Enterprises. Estaba a punto de aprovechar la oportunidad del siglo y no necesitaba el permiso de nadie. Todo había salido a pedir de boca.

Bebió un buen sorbo de Dom Pérignon y se preguntó por qué se sentía tan mal.
Su mente insistía en rememorar el momento en el que el Juez las había proclamado esposas. El momento en el que esos ojos de color miel la habían mirado rebosantes de pánico y terror mientras ella se inclinaba para darle el tradicional beso. El momento en el que esos labios, entonces pálidos y temblorosos, le habían devuelto el beso. Sin pasión. Ese momento.

Se recordó que Julianq solo quería el dinero. Su habilidad para fingir que era inocente resultaba peligrosa. Valentina se burló de sus pensamientos y brindó de nuevo antes de apurar el champán.

El conductor de la limusina bajó un poco el cristal tintado.

—Señora, ya hemos llegado.

—Gracias. Aparca en la parte delantera.

Mientras la limusina enfilaba la estrecha avenida de entrada, Valentina despertó a la novia con delicadeza. Juliana se removió, resopló y volvió a quedarse dormida. Valentina contuvo una sonrisa y estuvo a punto de susurrar su nombre. Pero se detuvo. Para retomar con facilidad su viejo papel de torturadora.

Se inclinó hacia delante y gritó su nombre.

Juliana se enderezó el asiento de golpe. Abrió mucho los ojos mientras se apartaba el pelo de las orejas y contemplaba el vestido blanco de encaje que llevaba como si fuera Alicia en el País de las Maravillas al aparecer en la madriguera del conejo.

—¡Ay, Dios mío! Lo hemos hecho.

Valentina le entregó los zapatos y el tocado.

—Todavía no, pero estamos de luna de miel. Si estás de humor, será un placer complacerte.

Ella la miró echando chispas por los ojos.

—Lo único que has hecho es aparecer el día de la boda. Si hubieras tenido que organizar hasta el último detalle en tan solo siete días, estoy segura de que ahora mismo estarías derrotada.

—Te dije que podía casarnos un juez de paz.

Juliana resopló.

—Típico de ti. No movéis un dedo para ayudar y, cuando se os recrimina, te haces la inocente.

—Roncas.

Juliana la miró boquiabierta.

—¡Yo no ronco!

—Sí que lo haces.

—No. Alguien me lo habría dicho.

—Estoy segura de que tus amantes no querían que las echaras a patadas de tu cama. Estás muy gruñona.

—No.

—Sí que lo estás.

La puerta de la limusina se abrió y el conductor le ofreció el brazo para ayudarla a bajar. Tras sacarle la lengua a Valentina, Juliana bajó del vehículo con la misma altivez con que lo habría hecho la reina Isabel. Valentina contuvo otra carcajada y la siguió. Juliana se detuvo en la acera y ella la observó mientras contemplaba las líneas curvas de la mansión, que recordaban a una villa típica de la Toscana

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)Onde histórias criam vida. Descubra agora