Capítulos XIX

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—¿Por qué te has casado conmigo y no con ella?

Comparada con Gabriella, ella salía perdiendo en todas las facetas. La novia de Valentina era guapa, elegante y escuálida. Su forma de hablar denotaba que era inteligente, colaboraba con causas humanitarias y se había comportado con mucha clase para ser una mujer despechada. Además, era obvio que quería a Valentina. ¿Por qué le había hecho daño de esa forma?

Val se alejó de ella.

—Eso da igual —le respondió con frialdad.

—Necesito saberlo.

Juliana sintió un gélido escalofrío por la espalda al ver su expresión decidida. Valentina acababa de alzar sus defensas y de repente ella se encontró con una mujer carente de emociones y de sentimientos.

—Porque quería más de lo que yo podía darle. Quería sentar la cabeza y formar una familia.

Juliana  retrocedió un paso.

—Y ¿qué tiene eso de malo?

—Se lo dejé muy claro desde el principio. No mantengo relaciones permanentes. Nunca he querido tener hijos y jamás seré el tipo de mujer que sienta la cabeza para formar una familia. Me lo prometí hace muchos años. —Hizo una pausa—. Por eso me casé contigo.

Juliana sintió que todo le daba vueltas cuando por fin comprendió el alcance de esas palabras. Su esposa podía experimentar arrebatos de pasión. Sus caricias podían ser ardientes y sus labios, abrasadores, pero su corazón era de piedra. Jamás permitiría que una mujer la conquistara. Estaba demasiada herida como para arriesgarse. De alguna forma, sus padres la habían convencido de que el amor no existía. Aunque vislumbrara un débil rayo de esperanza, Valentina no creía en los finales felices.

Ella solo veía a los niños como víctimas, y una vida de sufrimiento.

¿Cómo podría una mujer luchar contra semejante convicción con la esperanza de ganar? La necesidad de Valentina de contraer un matrimonio de conveniencia le resultó perfectamente razonable.

—¿Estás bien? —le preguntó Valentina.

Juliana decidió acabar la noche haciendo un mutis espectacular. Valentina Carvajal podría romperle el corazón. De nuevo. Necesitaba mantener una actitud fría y práctica para salvaguardar su orgullo. Y debía mantener las distancias en todo momento. Logró componer una expresión serena y ocultó el dolor en lo más hondo de sí misma, hasta que se convirtió en una pequeña bola albergada en su estómago.

—Deja de preguntarme si estoy bien. Por supuesto que estoy bien. Pero ni se te ocurra pensar que puedes ir a echarle un polvo rápido a tu ex. Tenemos un trato.

La expresión de Valentina se volvió tensa.

—Te di mi palabra, ¿recuerdas?

—También haces trampas al póquer.

El recuerdo de la desastrosa partida de póquer hizo que la consumiera la humillación. Valentina cambió el peso del cuerpo de un pie a otro mientras se pasaba las manos por el pelo. Juliana supo que estaba a punto de soltarle el sermón.

—Sobre lo que ha pasado…

En ese momento Juliaan la interrumpió con una carcajada digna de un premio de la Academia.

—¡Madre mía! No me dirás que vamos a tener una conversación sobre eso, ¿verdad? —Puso los ojos en blanco—. Valentina, escúchame, debo confesar una cosa. Sí, el nuestro es un matrimonio de conveniencia, pero resulta que hasta hace poco iba vestida de novia y es nuestra noche de bodas y…

—Levantó las manos en señal de rendición—. Me dejé llevar por todo ese rollo. Y como tú estabas disponible… En fin.

—¿Disponible?

—Bueno, quiero decir que estabas a mano. No ha significado nada, así que vamos a correr un tupido velo, ¿te parece?

Valentina la observó con los ojos entrecerrados, deteniéndose en cada uno de sus rasgos faciales. El tictac del reloj era lo único que se escuchaba mientras ella esperaba. Atisbó una emoción extraña en esos ojos castaños y juraría que acabó mirándola con arrepentimiento.

Debió de tratarse de un efecto extraño de la luz.

Al cabo de un momento, Valentina asintió con la cabeza.

—Le echaremos la culpa al vino, a la luna llena o a lo que sea.

Juliana se volvió.

—Me voy a la cama. Es tarde.

—Vale. Buenas noches.

—Buenas noches.

Juliana subió la escalinata y, una vez en su dormitorio, se metió bajo las sábanas sin lavarse los dientes ni la cara, y sin ponerse el pijama. Se subió el edredón hasta la barbilla, enterró la cara en la almohada y se rindió al sueño, un lugar donde no tenía que pensar ni sentir, un lugar donde nadie le hacía daño.

Valentina mantuvo la vista clavada en la escalinata. El vacío palpitaba en su interior y no sabía por qué. Se sirvió el resto del vino en la copa, ajustó el volumen de la música y se acomodó en el sofá. La música la envolvió y la relajó.

El error que había estado a punto de cometer la torturaba. De no ser por la aparición de Gabby, Juliana estaría en su cama. Y adiós al matrimonio sin complicaciones.

«Imbécil», se dijo.

¿Desde cuándo permitía que el deseo por una mujer trastocara sus planes? Ni siquiera cuando rondaba a Gabriella antes de que su relación se volviera más íntima le preocupaba el resultado. Su objetivo era claro y necesario. Sin embargo, eso no había bastado para detenerla después de saborear a Juliana Valdez. Una mujer que destruía su mente, la hacía reír y la tentaba con las delicias de su cuerpo sin la menor manipulación. Era distinta de todas las mujeres que había conocido a lo largo de su vida y quería seguir manteniéndola en la categoría de amiga. Era la mejor amiga de su hermana.

Quería reírse al recordar su pasado en común y vivir en armonía durante el año estipulado antes de decirle adiós con cordialidad.

Y durante la primera noche había estado a punto de arrancarle la sudadera.

Apuró el vino y apagó la música. Ya lo solucionaría. Juliana había admitido que solo quería un cuerpo dispuesto en la cama. Era obvio que no se sentía atraída por ella. Posiblemente había bebido demasiado vino y había acabado atrapada en la fantasía de la boda. Tal como había admitido. Solo quería el dinero, pero echaba de menos el sexo.

Su testaruda mente insistía en decirle que Juliana no podía reaccionar de esa forma tan apasionada con todas las mujeres que la tocaban. Sin embargo, decidió hacer caso omiso de las señales de advertencia, abandonó el sofá y subió para acostarse en su propia cama.

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)Where stories live. Discover now