Capítulo XVII

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—¿Cómo dices?

Los ojos de Juliana se iluminaron.

—Póquer. Tengo una baraja de cartas en la maleta.

—¿Llevas tu propia baraja encima?

—Nunca se sabe cuándo vas a necesitarla.

—¿Qué apostamos?

Juliana se levantó de un brinco del sofá y se encaminó hacia la escalera.

—Dinero, por supuesto. A menos que seas una cobarde. Dijo Juliana.

—Vale. Pero usaremos mis cartas.

Juliana se detuvo en mitad de la escalera y la miró.

—Vale. Genial.

Valentina usó el mando a distancia y los acordes de Madame Butterfly resonaron en el salón. Rellenó las copas y se acomodó frente a la mesa auxiliar. Juliana se sentó a su lado, con las piernas cruzadas. La observó barajar las cartas con destreza, con la rapidez de una experta.

—Habla el que reparte. Jugamos a five card stud. Se apuesta primero. - Dijo Juliana.

Valentina frunció el ceño.

—¿Qué apostamos? —quiso saber.

—Ya te he dicho que dinero.

—¿Le digo al mayordomo que abra la caja fuerte? ¿O nos apostamos las joyas de la familia?

—Qué graciosa. ¿No tienes dinero suelto por ahí?

Valentina esbozó una sonrisa.

—Lo siento. Solo llevo billetes de cien.

—Ah…

Juliana pareció tan desilusionada que Valentina acabó riéndose.

—¿Qué te parece si nos apostamos algo más interesante?

—No pienso jugar al strip póquer.

—Me refería a favores.

La vio morderse el labio inferior. El gesto le provocó una oleada de placer.

—¿Qué tipo de favores? —le preguntó ella.

—La primera que gane tres manos seguidas consigue un favor de la otra. Se puede usar en cualquier momento, como si fuera un vale de compra.

Juliana la miró con genuino interés.

—¿Se podrá utilizar para cualquier cosa? ¿No hay restricciones?

—No hay restricciones.

El desafío la conquistó como a cualquier jugador que hubiera olfateado una buena apuesta. Valentina presintió su victoria antes incluso de que Juliana accediera. Cuando asintió con la cabeza, estuvo a punto de relamerse los labios, porque de esa manera por fin lograría hacerse con el control de ese matrimonio durante los próximos meses.

Juliana repartía. Al ver sus cartas, Valentina estuvo a punto de echarse a reír, ya que suponía cuál sería el resultado, pero se negó a ser clemente. Juliana desechó una carta y cogió otra.

Valentina mostró las suyas.

—Full.

—Pareja de jotas. Te toca.

Valentina le reconoció el mérito. Juliana no cedía y mantenía sus emociones bajo llave. Supuso que fue su padre quien la enseñó a jugar y, de no ser por su maestría con las cartas, le habría resultado un rival difícil de vencer. En esa mano Juliana le mostró una pareja de ases, pero se rindió a su trío de cuatros.

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)Where stories live. Discover now