Capitulo XXV

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Aterrada, dejó el cobertor de lana sobre la silla y cerró la puerta al salir. Acto seguido, corrió por el pasillo y se detuvo justo delante de ella.

—Hola.

Valentina parecía mirarla con expresión recelosa. Algunos mechones le cubrían la frente mientras la observaba con los ojos entrecerrados, como si no se fiara de la cordialidad que le demostraba. Juliana se sintió culpable, pero decidió desentenderse del sentimiento.

—Hola —replicó Valentina tiempo que echaba un vistazo por la casa, un gesto que hizo que Juliana contuviera el aliento—. ¿Qué pasa?

—Nada —contestó Juliana—. Estaba a punto de preparar la cena. A menos que estés cansada y quieras acostarte ahora mismo.

Valentina enarcó una ceja al percibir el deje esperanzado de su voz.

—Son las seis.

—Cierto. Bueno, supongo que tienes mucho trabajo que hacer, ¿verdad? Te subiré la comida al estudio si quieres.

A esas alturas Valentina parecía ya irritada.

—Ya he trabajado bastante por hoy. Quiero relajarme con una copa de vino y ver el partido.

—¿Juegan los BNets?

—No lo sé. De todas formas no han pasado de fase y tampoco se clasificaron como los primeros de su liga. Los ya todavía tienen una oportunidad.

Juliana se removió, bastante molesta.

—Van demasiado alejados de los puestos de cabeza. No lo lograrán. Los NY Knick  no llegarán este año a la final.

Valentina soltó un suspiro impaciente.

—¿Por qué no ves a los Nets  arriba?

—Quiero la tele grande.

—Y yo.

Juliana se mostró muy gruñona. Se aferró a la emoción, agradecida por el hecho de que el miedo hubiera desaparecido. Le dio la espalda a Valentina y se marchó hacia la cocina.

—Vale, pues reclamo el favor que me debes.

Valentina colgó su abrigo negro de lana en el armario, pero se detuvo en el vano de la puerta. La observó sacar los ingredientes para la ensalada que después no iba a comerse y cortar la verdura que pensaba preparar en el wok. Después, se acercó al frigorífico, sacó una botella de vino y le sirvió una copa a Juliana.

—¿Qué has dicho?

—Que reclamo el favor que me debes. Quiero ver a los Nets en la tele grande del salón. Quiero que tú te quedes arriba y veas allí el partido de los NY Knick. Y no quiero escuchar ni un solo ruido. Ni un grito, ni un silbido, ni un «¡Vamos, Yankees!». ¿Queda claro?

Cuando miró hacia atrás, Juliana vio que Valentina la observaba boquiabierta, como si le hubieran salido cuernos. Intentó no reparar en lo monísima que estaba con la boca abierta y con esos increíbles hombros que tensaban la camisa gris. ¿Por qué narices tenía que ser tan atractiva? Tanto las mangas de la camisa como el cuello seguían impecables a pesar de que la había llevado puesta durante todo el día. Los pantalones de color gris oscuro aún mantenían la raya, como si estuvieran recién planchados. Se había desabrochado los botones de los puños y se había remangado, como acostumbraba a hacer.

Juliana se fijó en los brazos y en sus manos y esos dedos tan fuertes que aferraban la copa con fuerza. Se estremeció al pensar en que dichos dedos podían tocar muchas otras cosas. Intentó no comérsela con los ojos como si fuera una adolescente y siguió cortando las verduras.

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin