Capítulo XXIII

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Juliana estaba sentada enfrente de sus padres. El alivio y la alegría hacían que le temblaran las manos al deslizar el cheque por la usada mesa de cocina, cubierta por un alegre mantel de vinilo con soles amarillos.

—Valen y yo queremos daros esto para pagar la hipoteca —anunció—. No vamos a aceptar ni discusiones ni protestas. Hemos hablado del tema largo y tendido, y somos afortunadas de tener muchísimo dinero. Queremos compartirlo. Significa mucho para nosotras, así que les pido que acepten nuestro regalo.

Sus expresiones asombradas hicieron que se le llenaran los ojos de lágrimas. ¿Cuántas noches se había pasado en vela, sintiéndose culpable por no poder ayudar a sus padres a salir de su difícil situación económica? Como primogénita, detestaba sentirse tan impotente. La decisión de lidiar con Valentina y con sus incipientes emociones merecía la pena. La certeza de que su familia estaría a salvo aliviaba el terrible dolor con el que llevaba cargando desde que su padre sufrió el infarto.

—Pero ¿cómo pueden hacerlo? —Lupe se llevó una mano temblorosa a los labios mientras El Chino la abrazaba—. Valentina no debería considerarnos una carga. Están recién casadas, tienen sueños. Para tu librería. Sueños de una familia con muchos hijos. No deberías ocuparte de nosotras, Juliana. Nosotros somos tus padres.

El Chino asintió con la cabeza.

—Ya había tomado la decisión de buscar otro trabajo. No necesitamos el dinero.

Juliana suspiró al enfrentarse a la terquedad de sus padres.

—Escuchadme bien: Val y yo tenemos dinero de sobra, y esto es importante para nosotros. Papá, otro trabajo es inviable en tu situación, a menos que quieras morirte. Ya sabes lo que te dijo el médico. —Se inclinó hacia ellos—. Esto nos permitirá liberar la casa de cargas y podran concentrase en pagar otras facturas. Podran ahorrar para la universidad de Izzy y de Gen. Podréis ayudar a Lance a pagar el último año de Medicina. No les estamos dando dinero para que se jubilén, de verdad, solo lo justo para facilitaros las cosas.

Sus padres se miraron. La esperanza brillaba en los ojos de su madre mientras aferraba el cheque.

Juliana los empujó un poco más para obligarlos a dar el paso decisivo.

—Val no ha querido venir conmigo hoy. El dinero tiene solo una condición: no quiere oír hablar más del tema.

Lupe jadeó.

—Pero tengo que agradecérselo —dijo—. Debe saber lo mucho que apreciamos el gesto… hasta qué punto nos ha cambiado la vida.

Juliana tragó saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta.

—A Val no le van los arranques emocionales. Cuando hablamos del tema, insistió en que no quería que se volviera a mencionar.

El Chino frunció el ceño.

—¿No quiere aceptar un simple agradecimiento? Al fin y al cabo, si no fuera por mí, no estaríamos metidos en este follón.

—Cualquiera puede enfermar, papá —susurró.

El dolor del pasado se reflejó en la cara de su padre.

—Pero me marché.

—Y volviste. —Lupe le cogió la mano y sonrió—. Volviste con nosotros y arreglaste las cosas. Todo eso es agua pasada. —Su madre se irguió en la silla, con los ojos rebosantes de emoción—. Vamos a aceptar el cheque, Juliana. Y no le diremos ni media palabra a Valentina. Siempre que nos prometas que vas a volver a casa y que le dirás que es nuestro ángel. —Se le quebró la voz—. Estoy muy orgullosa de que seas mi hija.

Matrimonio por Contrato (Adaptación G!p)जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें