Esa noche de Halloween lo fue todo, fue el día en que su futuro había sido definido por completo, sin posibilidad a cambios. Harry Potter no era el niño que vivió, era su hermano. Los Potter no eran lo que aparentaban, los que parecían ser malos no...
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Severus se quejó, odiaba que dentro de pocos días su paz se viese interrumpida por alumnos que no comprendían el arte de las pociones. Durante la ausencia de los alumnos se había encargado de reponer varios ingredientes de pociones. Yendo de boticario en boticario según su especialidad en algunos ingredientes. Lo poco que le faltaba, eran algunas plantas que podía recolectar dentro de los propios terrenos de Hogwarts o del invernadero de Pomona, quien amablemente se había encargado de plantar algunos ingredientes que Severus necesitase a fines del semestre anterior.
Severus podía haber enviado tranquilamente a la profesora Sprout recolectar las plantas, pero Severus era muy cauteloso con la forma de recolectarlas para usarlas en las pociones. A veces era necesario el uso de raíces y usualmente Pomona las dejaba en el olvido. Caminó hacia los invernaderos de la escuela con el propósito de recolectar los últimos ingredientes que le faltaban.
Al llegar, se decidió recolectar primero las Angélicas, de las cuales sus raíces eran inservibles para la elaboración de pociones. Al maestro le hubiera gustado tener a Harry para recolectar esas plantas, el niño solía divertirse arrancando las hojas y poniéndolas luego en una cubeta limpia. Pero Severus no podía esperarse a que el niño llegase a penas dentro de dos días, porque debía empezar a separar cantidades en frascos de todas las plantas. Luego ordenar el armario de ingredientes de pociones de la escuela y otras cosas más de profesor que cumplía por deber.
Concentrado en arrancar las plantas, no se percató que la puerta del invernadero tres se abrió.
—¿Qué haces? —Una voz preocupada lo alarmó. Severus de inmediato volteó a ver la figura de la entrada.
Una mujer de cabello castaño y rasgos asiáticos se encontraba viéndolo desde la entrada del invernadero. Vestía túnicas de un tono celeste muy claro. Severus nunca la había visto y Severus no comprendía qué hacía una desconocida dentro de Hogwarts. Dudaba que fuera alguna profesora nueva que se había integrado y ni consideró la posibilidad que sea la nueva profesora de DCAO, puesto que cambiaba todos los años. Dumbledore tenía la mala costumbre de presentarles al nuevo profesor el mismo día que empezaban las clases. Severus dudó en que cambiase aquella costumbre.
—¿Quién eres? —Severus se atrevió a preguntar sin mostrar expresión alguna.
—¿Tú quién eres? —La joven preguntó en respuesta.
—Soy yo el que trabaja aquí, deberías responder. —Severus fue tosco en su hablar, posando su mirada negra sobre los ojos marrones de la mujer.
—La profesora Sprout no autorizó retirar las Angélicas. Ni siquiera han crecido por completo. —Se quejó la jovial mujer. Severus enarcó una ceja, así que la desconocida parecía conocer a Pomona. —No puedes destruir un grupo de plantas por gusto.
—No lo hago por gusto. Lo necesito. No debo darte explicaciones. —Severus la ignoró y regresó a su actividad previa de retirar las Angélicas.
—Es de mala educación ignorar a otros. —La muchacha parecía enojada. Severus continuó ignorándola. —Enserio...
