Esa noche de Halloween lo fue todo, fue el día en que su futuro había sido definido por completo, sin posibilidad a cambios. Harry Potter no era el niño que vivió, era su hermano. Los Potter no eran lo que aparentaban, los que parecían ser malos no...
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¡Era el día!
De un brinco y con una sonrisa en el rostro, se levantó de su cama y se dirigió hacia el baño de su habitación. Sonrió al ver que su tina ya estaba lista para solo meterse a bañar. Oh, cómo agradece la magia de los elfos. Al salir del baño cepillo sus dientes y notó que habían dos huecos en su sonrisa por la caída de dientes, pero no le importo.
Con la toalla atada a su cintura buscó que ponerse, aunque mamá siempre elegía sus atuendos, ese día él quería elegirlo. Se decidió por una camisa roja y un pantalón negro más unas zapatillas muggle que eran muy cómodas. Debía estar cómodo y presentable para ese momento... Recibir su varita.
Se miró en su espejo y sonrió. Ese día sería uno de los días más importantes en su vida.
Abrió las cortinas doradas de su ventana y vió que el brillo del sol apenas estaba asomando. Posiblemente se había levantado muy temprano, pero eso no importaba cuándo sería su cumpleaños número siete y recibiría su varita mágica. ¡Su varita mágica! Eso era súper-hiper mega emocionante.
A diferencia de otros niños, como le habían explicado sus padres, él recibiría su varita a temprana edad para poder empezar a entrenar mágicamente, esto debido a que en un futuro podría estar expuesto al peligro de quien-no debe ser nombrado y sus seguidores, o incluso algunos alumnos de la casa slytherin. Según Prongs, era mejor preparado. En realidad, ya había aceptado el hecho de tener que ser un héroe y no importaba mientras las personas que más quería estuvieran bien.
La puerta de su habitación se abrió, de la cuál aparecieron sus padres con una sonrisa.
—Madrugador, ¿eh? — dijo su madre con una sonrisa.
—¡Feliz cumpleaños campeón! — Su padre, apenas lo vio, se acercó a él y lo alzó en brazos. Las cosquillas que le hizo el hombre le hicieron reír.
—¡Basta! — pidió Aidan entre risas. Su padre se detuvo y lo bajó al suelo y de inmediato, su madre se acercó para abrazarlo y felicitarlo.
—Debes estar muy emocionado como para haberte levantado muy temprano. —Dijo su madre poniéndose de pie.
—Mamá y yo iremos a alistarnos y luego iremos en busca de tu varita. —Comentó Prongs, quien luego salió de la habitación.
—Vamos a levantar a Harry, ¿sí? —Habló su madre y Aidan asintió. —Luego iré a cambiarme.
Aidan salió con su madre de su habitación en dirección a la de su hermano, cuál puerta estaba frente a la de él. Faltaba su padre ahí, pero supuso que Prongs luego saludaría a Harry de la misma forma que lo había saludado a él.
Su mamá abrió la puerta de la habitación de su hermano para no encontrar a Harry dentro de esta. Su mamá suspiró y cerró la puerta.
—Debe estar en los jardines. Iré a cambiarme y voy, ve yendo mientras tanto. —Aidan asintió, ya acostumbrado a que Harry fuera el primero en levantarse de la familia para solo sentarse a leer en los jardines traseros de la mansión.