Un nuevo amanecer

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Desperté al día siguiente con un sentimiento de inquietud. La luz del sol entraba por las ventanas, creando una ilusión de normalidad que no reflejaba la tensión que había dentro del departamento.

Toqué la puerta de la habitación de Sam. —¿Sam, necesitas algo?

—co, hmmhmmm.

Cielos, creo que sigue dormida. Caminé hacia el baño, y me di una ducha rápida.

Preparé el desayuno, y lo llevé a la habitación de Sam. Toqué 3 veces antes de entrar, mientras se escuchaba un —pasa… con una voz de una Samantha que  parecía no tener idea de donde estaba.


Al abrir la puerta, el sol matutino iluminaba la habitación y se reflejaba en los rizos pelirrojos de Sam. Ella estaba recostada, una pequeña figura encogida en medio de la gran cama, con su piel blanca como la porcelana contrastando con las sábanas oscuras. Sus ojos, medio abiertos, mostraban un tinte de confusión antes de dar paso a un reconocimiento lento.

Me quedé allí por un momento, apreciando su apariencia tranquila, casi infantil en su vulnerabilidad. Por un momento, olvidé el caos del mundo exterior y solo me concentré en ella, en su respiración tranquila y la forma en que sus pestañas lanzaban sombras largas en sus mejillas. No pude evitar sonreír un poco. A pesar de todo, ella se veía tan tierna en este estado de somnolencia.

En la bandeja de desayuno llevaba una mezcla de nuestras personalidades: un batido de frutas para Sam, que siempre insistía en la importancia de una dieta balanceada, junto con tostadas y mantequilla, que siempre parecían ser mi salvavidas cuando se trataba de cocinar. También había una pequeña taza de café, algo que ambos habíamos acordado como esencial para empezar el día.

—Buenos días, durmiente. Dije en tono suave, intentando no asustarla con mi presencia repentina. Colocando la bandeja en su regazo, me senté al borde de la cama, esperando su reacción.


—¡Oh, Luc! No tenías que hacer todo esto —dijo Sam, mientras sus ojos recorrían la bandeja de desayuno. Sin embargo, su tono de voz revelaba cuánto apreciaba el gesto.

—No es nada, Sam. No podía dejarte sin desayunar, ¿verdad? —Le contesté, tratando de quitarle importancia a la situación. Aunque en mi interior, me alegraba ver que a pesar de todo, Sam aún podía sonreír.

Ella tomó la taza de café y dio un pequeño sorbo, sus ojos cerrándose ligeramente ante el calor del líquido. Cuando volvió a abrirlos, me miró directamente y por un instante sentí que el tiempo se detenía.

—Gracias, Luc. —Sus palabras, aunque sencillas, llevaban un peso emocional que me conmovió.

—Siempre estaré aquí para ti, Sam —le respondí, asegurándome de mirarla a los ojos para que supiera que mis palabras eran sinceras.

Sam sonrió, su expresión suavizándose al recibir mis palabras. Luego, empezó a comer en silencio, su concentración enfocada en la comida frente a ella. Yo me quedé sentado allí, viéndola comer, sintiéndome inusualmente tranquilo a pesar del torbellino de eventos recientes.

Aunque la situación en la que nos encontrábamos era lejos de ser ideal, esos pequeños momentos con Sam me recordaban que aún había cosas buenas en el mundo.
Pasamos el resto de la mañana en silencio, cada uno absorto en sus propios pensamientos. La normalidad de los sonidos de la ciudad que se despertaba en el exterior parecía desentonar con la tensión que aún flotaba en el aire del apartamento. El tiempo parecía moverse a su propio ritmo, y antes de que nos diéramos cuenta, ya era hora de prepararnos para la universidad.

Justo cuando estábamos a punto de salir, mi teléfono comenzó a vibrar, indicando una llamada entrante. Miré la pantalla y vi el nombre de Michael parpadeando.

—Hola, Mich —dije, respondiendo a la llamada.

—Luc, necesitamos hablar —dijo su voz desde el otro lado de la línea. No había tiempo para saludos o charlas triviales. El tono urgente de Michael me hizo comprender que algo había sucedido.

Terminamos la llamada y nos dirigimos a la universidad. El viaje en sí fue silencioso, los tres estábamos sumidos en nuestras propias reflexiones. A pesar de la situación que enfrentábamos, había algo reconfortante en la familiaridad del camino hacia la universidad, las caras conocidas que pasaban junto a nosotros, el ajetreo de la vida estudiantil.

Una vez en clase, me encontré a mí mismo distraído. Aunque las palabras del profesor flotaban en el aire, mis pensamientos estaban en otro lugar. Miré a Sam, que estaba sentada a mi lado. Aunque su expresión era calmada y concentrada, podía ver la sombra de preocupación en sus ojos.

Después de unas horas, nuestras clases de Inteligencia Artificial terminaron. Sam se despidió de nosotros para dirigirse a sus clases de ingeniería genética. Michael y yo nos quedamos atrás, esperando a que el aula se vaciara antes de iniciar la conversación que sabíamos que teníamos pendiente.

Por un momento, miré por la ventana del aula, el campus lleno de estudiantes, todos ajenos a la tormenta que se gestaba entre nosotros. No pude evitar preguntarme cómo serían las cosas si solo fuéramos estudiantes normales, preocupados por las notas y las tareas en lugar de secretos y conspiraciones.

Pero ese no era nuestro mundo. Y lo más pronto que aceptáramos eso, más rápido podríamos enfrentar lo que nos esperaba. Así que, con un suspiro, me volví hacia Michael, listo para enfrentar la realidad una vez más.

La prueba de amor de turing.Where stories live. Discover now