2: ¿NO TE MOLESTA MI COMPAÑÍA?

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No odiaba la caridad, cualquiera pensaría que sí, pero para Jane ese odio que sentía cada vez al tocar el tema era lo bastante justificado como para sentirse mal por otras personas.

«Nadie me ayudó a mi»

Esa misma noche leyó con esfuerzo las instrucciones, simples pero muy concretas.

1.- Presentarse puntual y bajo lista en las instalaciones.
2.- Cualquier horario escogido al principio no podrá alterarse.
3.- Se le asignará un supervisor y un coordinador para todas las actividades.
4.- Obligatorio: cinco horas al día (lunes - domingo)
5.- Llevar el color distintivo de los voluntarios. (P.S.)

Y ya, esas eran algunas y las más importantes de las instrucciones, luego las hojas estaban llenas de cómo debía presentarse, o cómo estaba organizando la enorme institución de la que formaría parte a la fuerza.

Al despertar gruñó por todo lo que esperaba ese día, soltó una risa de rabia y se levantó con mala gana.
Ya afuera estuvo esperando el autobús durante diez minutos pues ya no tenía coche, maldijo por milésima vez ese problema.

No esperaba ningún recibimiento de parte de sus otros compañeros, no era de las personas que necesitaba una vida social activa, simplemente disfrutaba de su soledad aunque a veces también le gustaba charlar.

Decidida a terminar ese día lo más antes posible fue a su escritorio esperando su tan preciada soledad, allá en el rincón de una extensa sala llena de "oficinas" separadas con un delgado muro. Y como si fuera un castigo del universo, un par de compañeros se acercaron a ella con la intención de entablar una conversación relativamente larga.

—  ¿Y..? —la chica lo miró con confusión— ¿Tienes resaca por lo del fin de semana?

— No —contestó cortante con la vista en el ordenador.

— ¿No tuviste ningún problema al llegar a tu casa? —preguntó otro.

— No.

Los muchachos se miraron entre sí, tampoco eran tontos, supusieron enseguida que la chica no tenia ganas de hablar, y como buenos compañeros que eran, le darían su espacio para que se le pasara.

En todo momento lo único que hizo fue variedad de informes y otros papeles, solo se despegó una vez para almorzar y luego volvió al trabajo, los demás empleados la miraban de vez en cuando, notando lo sumergida que estaba en sus pensamientos, algunos decidían si preguntar o no, y a otros les daba igual, no tenían porqué ser mejores amigos después de unas cuantas cervezas.

Algo que ya había decidido desde entonces era en no revelar nada a nadie, ni a sus compañeros ni a su jefe, tenia la rara costumbre de pensar que revelar sus secretos a los demás implicaría darles también un poder sobre ella misma, podrían usarla a su conveniencia y no estaba dispuesta a ser utilizada como nada, no otra vez.

Luego del dia tomó otro autobús en dirección al "otro trabajo" como lo llamaba ahora, cuando llegó al lugar se bajó observando que no conocía casi nada, no llevaba mucho tiempo en esa ciudad, solo tenía una tarjeta donde estaba la misma dirección y el nombre de la institución: "HopeEdge"

«Qué nombre más ridículo»

Caminó unos cuantos pasos buscando por lo menos un cartel donde divise el mismo nombre, pero no vio nada hasta doblar en una esquina, ahí se topó con un edificio enorme, levantó la mirada contando los pisos que tenía, eran de siete a ocho pisos.

Se quedó unos minutos mirando el enorme edificio, mientras personas pasaban por su costado ingresando tranquilamente.

Entró a la institución, lo primero que vio fue la inmensa recepción, muchas personas de traje y otras con un chaleco distintivo color azul caminaban por todos lados, la mayoría hablando por teléfono o llevando cajas, unas pocas personas estaban esperando sentadas en los numerosos asientos que estaban en medio para precisamente eso, para la espera.
Se aproximó a una de las tantas personas que atendía recepción.

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