15: CONCÉDEME ESTA PIEZA (1)

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Verónica caminaba tranquila por el campus de su universidad, hasta que se encontró con ese hombre.
La sangre comenzó a hervirle, así que antes de que pudiera siquiera saludar lo llevó a un lugar en donde no pasaba casi ninguna persona.

—  Ya te dije que yo te iba a buscar —controló su voz para no gritar.

El hombre estaba sonriente, no le importó mucho lo que dijo así que la tomó de la cintura y le plantó un beso que inmediatamente la chica rechazó y lo empujó lejos.

— ¿Qué te pasa? —dijo confundido el hombre— vine a cobrarme.

— Te equivocas, TU fallaste, no te voy a dar nada —reprochó.

— Hice lo que me dijiste, hasta le dí un golpe.

— ¡Yo pude haberle dado un golpe!

Daniel odiaba que alguien se creyera más que el, odiaba ser tratado como alguien insignificante, así que la tomó del brazo con fuerza y la empujó a la pared, la había lastimado, pero ella no lo iba a demostrar.

— ¿Entonces porque no lo hiciste? — le habló con rabia.

Verónica se acercó tanto a Daniel hasta estar a pocos centímetros y luego lo miró a los ojos con desden.

— Porque creí que eras un hombre... veo que me equivoqué.

Había tocado un punto sensible, así que el hombre bruscamente le dio la vuelta y la apoyó contra la pared, Verónica no pudo hacer nada ante su fuerza, pero tenía un plan.

— ¿Sabes? —preguntó él mientras pasaba su mano por sus piernas— siempre me pregunté qué se sentirá cuando una mujer pone resistencia.

Eran obvias sus intenciones, sin embargo, Verónica estaba un paso más adelante que él, por lo que no tuvo que pensar mucho para idear algo.

— Así que quieres violarme... hazlo —le retó aún con su cuerpo contra la pared— yo no pondré resistencia, pero...

Verónica sonrió de una forma que le hicieron sentir escalofríos al hombre.

— ... te recomiendo que me mates luego, porque te aseguro que si me dejas viva, no solo te arrepentirás, sino que te haré experimentar un dolor tan grande que me suplicaras que acabe contigo.

Podría ser mentira, podría ser verdad, pero Daniel apreciaba su vida por encima de cualquier cosa, así que la dejó de lado y se marchó realmente furioso.

— Ya no me pidas nada, nunca más —dijo antes de desaparecer en la esquina.

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— ¿Y le gustó el regalo?

— ¡Le encantó! —contestó Jane demasiado enérgica a su amiga— desde entonces lo lleva todo el tiempo.

El grupo estaba caminando por algunos parques y plazas recogiendo basura, no era un día ajetreado, así que mientras tanto charlaban de algunas cosas de sus vidas personales, como que Kail reveló que su esposa estaba embarazada o que Joseph tenía un hermano, o incluso se enteraron con sorpresa que los padres de Alex eran millonarios.

— Entonces te la pasas mirando su escote jajaja —comentó Joseph a modo de burla, con lo que Jane se sonrojó bastante.

Hace poco ella también tuvo la confianza para contarles un poco de su vida anterior a HopeEdge, el que no tenga padre, el que nunca tuvo lujos, y ahora h lo más reciente que estaba enamorada de Ellen Weisz.

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