Capítulo 39 | Anya

3.1K 227 20
                                    

Lo primero que percibo es una fragancia a grosellas y madera de pino.

Todavía con los ojos cerrados, aturdida, me doy cuenta de la calidez que me envuelve. Y comprendo que estoy siendo abrazada. Me remuevo un poco. Necesito espacio para poder respirar.

—¿Anya?

La voz que antaño me parecía seductora y ronca, ahora suena chirriante en mis oídos. Aún algo desconcertada, me concentro en empujarlo para librarme de su abrazo hasta que lo consigo. Me alejo, arrastrándome por el suelo, porque si vuelvo a escucharlo, la rabia que ruge dentro de mí amenazará con desbordarse y consumirlo todo.

Pestañeo, intentando enfocar.

Mi mirada cae hasta un cuerpo inerte, con una mancha de sangre en su espalda, y me apresuro a girar la cabeza. No puedo derrumbarme ahora. Necesito permanecer entera solo unos minutos más.

Advierto que sigo en la habitación más alta de la torre, pero... es diferente. Continúa siendo siniestra y lúgubre, pero puedo notar distintos matices de luz y contraste.

Es increíble. Puedo darme cuenta de pequeños detalles en los que antes no reparaba y buscar en la oscuridad objetos que antes creía imposible de distinguir. Es como si todo este tiempo hubiera estado viendo el mundo con una lente sucia y borrosa y ahora por fin me la hubiera quitado.

Bajo la vista cuando un pelaje suave se restriega en mi brazo. Es Zelda, y parece que ya no se esconde de mí, como si supiera que mi coraza de humana hubiera caído. Ya no está obligada a permanecer lejos de mí para protegerme, porque eso es lo que hacía. Así nadie podía deducir que yo era la heredera de la Corte Diamante.

Entonces me doy cuenta de que el tatuaje del uróboro sigue ahí, en mi muñeca izquierda. Estoy segura de que, si ahora me pusiera frente a un espejo, advertiría un pequeño aro dorado alrededor de mi iris.

Mientras comienzo a recuperar la entereza, estudio mis opciones. No son muchas.

La primera es lanzarme sobre Dorian, pese a que él ya ha recuperado su poder. Lo sé porque el puñal está cerca de nosotros y no hace falta ser un genio para deducir qué ha pasado mientras yo estaba inconsciente. Encontrar este objeto era todo lo que él quería. Y aunque mi magia me hace inmune a sus ataques, todavía no sé usarla. Pero aun así, mis entrañas me gritan que me arroje sobre él y que le haga tanto daño como pueda.

La segunda es actuar con lógica. No abandonarme al dolor ni a la rabia y abordar la situación con cabeza. Pero solo escucho ruido en mis oídos que no me deja pensar con claridad. Es la opción más inteligente, pero la que menos me apetece. Ahora mismo, solo quiero ser salvaje, impulsiva y despiadada. Así que descarto esta opción de inmediato.

La tercera es fingir que no comprendo nada. Meterme en mi papel de víctima y actuar como si no hubiera estado en ese paraje de niebla, agua y espejos que me ha revelado la verdad. Quizás así pueda acercarme a él antes de matarlo.

—Tu escudo mental... ya no está.

En un solo instante, comprendo lo que significa esas palabras.

Puede leer mis pensamientos. Dorian ahora sabe que nunca fui humana y que pertenezco a la Corte Diamante.

Y todas las posibilidades que acabo de pensar, él las ha descubierto.

Así que se acabó el factor sorpresa.

Me lanzo sobre el puñal a una velocidad que desconocía que tenía y me pongo en pie. Impulso mi brazo con todas mis fuerzas y se lo lanzo. Él lo esquiva con una facilidad decepcionante.

Pero es ahora cuando me he atrevido a mirarle la cara desde que he vuelto como immortālis. Y está completamente desencajado. Su rostro, que siempre procura llevar una máscara de frialdad e indiferencia, ahora muestra confusión, sorpresa, alivio y dolor. Todo al mismo tiempo.

Un reino de oscuridad y escarchaWhere stories live. Discover now