Capítulo 30 | Anya

6.6K 325 146
                                    

"Me mirabas como si quisieras desnudarme el alma".

Arrugo la nariz, apartando la vista de la frase.

No la comprendo, pero tampoco quiero intentar hacerlo.

—¿Has visto algo interesante? —me pregunta Leah, acercándose hacia mí.

—Nada que no den ganas de vomitar.

Después de jugar a la ouija, Leah se sentía tan mal por cómo había terminado la noche que me invitó a pasar tiempo con ella. Yo quería rechazar el ofrecimiento, pero Jasper me miraba expectante. Creo que le gustaba mucho la idea de que ella y yo nos hiciéramos amigas.

Así que terminé aceptando.

Su plan incluye recorrer algunas tiendas para después tomarnos algo. Ahora mismo nos encontramos en una librería. Al menos no puedo decir que no me gusta estar aquí, rodeada de novelas y con ese olor característico a libro nuevo.

Aparto la mirada de la lámina en la que está grabada esa frase, siendo la recomendación de la semana. Poso los ojos sobre Leah.

—¿Tú has visto algo que te guste?

Solo los dioses saben lo mucho que me estoy esforzando con esta chica.

Leah no me cae mal. Creo que tiene personalidad y es inteligente. El problema es que no le veo futuro con Jasper, así que no entiendo por qué tengo que invertir mi tiempo en ella si, al final, va a desaparecer.

—No —responde Leah. Lleva un gorro fucsia que resalta sobre todo lo demás—. Pero tu amiga creo que sí.

Señala con la barbilla a una chiquilla con el pelo afro y de no más de doce años, con el mismo abrigo rojo que llevaba cuando la conocí. La actitud inocente que parece irradiar de Willa contrasta con el libro de armas que está leyendo. Sus ojos color miel devoran las páginas del ejemplar.

Suspiro. ¿Por qué accedí a este plan?

Cuando Leah me envió un mensaje invitándome a pasar tiempo con ella, Jasper y yo estábamos en el apartamento de Dorian. Así que Willa y Dorian estaban al corriente. Y a Willa le pareció una buena idea unirse a nosotras para hacerse con unas hierbas o piedras o algo así para sus truquitos de hechicería.

Así que supongo que estoy en medio de una tarde de chicas.

Leah mira a Willa con recelo. Supongo que ver a una niña pasar con avidez las páginas de un libro que enseña las mil formas distintas de usar las armas no es algo usual.

Me dirijo hacia Willa y Leah me sigue.

—¿Ya hemos acabado aquí? —pregunto.

La pequeña bruja da un respingo cuando me oye. Estaba tan enfrascada en la lectura que ni me había notado.

—Yo estoy lejos de acabar —dice Willa, volviendo al libro.

—No puedes leerlo sin pagarlo —le acuso.

Ella aparta los ojos del libro a regañadientes, para dedicarme una amplia sonrisa que parece decir "oh, ya lo creo que puedo hacerlo". Malditos telépatas.

Decido acabar con esto de raíz, quitando la tirita de golpe.

Así que le arranco el libro de las manos, lo guardo entre los estantes y saco a Willa de la librería mientras ella farfulla y opone resistencia. Menos mal que tiene el cuerpo de una cría. Leah me sigue.

—¿Vamos al Starbucks? —propongo—. Necesito cafeína antes de visitar la siguiente tienda.

Nos sentamos en una de las mesitas libre del Starbucks más cercano, al lado de la ventana. Mientras Willa nos guarda el sitio, Leah y yo pedimos en la barra un té matcha para ella, un capuchino para mí y un chocolate con extra de nata para Willa. Acompañamos las bebidas de un par de muffins de arándanos. Pagamos el pedido, aunque sospecho que Willa podría haber hecho que nos saliera gratis con su control mental, pero que no lo ha utilizado como forma de castigarme por haberle quitado el libro de armas.

Un reino de oscuridad y escarchaWhere stories live. Discover now