Capítulo 32 | Anya

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Busco otro canal en la televisión. Y obtengo el mismo resultado.

Todas las noticias están hablando del dragón que ayer sembró el pánico en Nueva York.

Dejo escapar un suspiro. Esto es malo. Willa aseguró que ella y Asher habían logrado desmemoriar a los humanos que habían contemplado el suceso, pero no pudieron hacer nada para evitar que fuera grabado. Así que, aunque nadie se acuerda de haber estado ahí, imágenes y vídeos del daemon ya circulan por todo el mundo.

Unos dicen que es un montaje para alguna película, pero la mayoría piensa que son reales.

Jugueteo con la obsidiana de mi cuello. Me pregunto qué significará esto para mi mundo y el de los immortālis. Cuando estábamos en los dominios de Naga, Jichi aseguró que los humanos y los seres paranormales habían convividos juntos durante un tiempo, antes de la Séptima Guerra. ¿Y si ahora nuestras realidades van a colapsar de nuevo? Por no hablar de los conflictos entre los reyes de las cortes...

Cambio de canal cuando las noticias giran en torno al asesino de Central Park. Después del último cadáver destrozado, la noche en la que Dorian me encontró en el metro de Nueva York —y que le ordenase al tipo que me seguía que se automutilara—, se habían vuelto a quedar sin un rastro que seguir. No me extraña. Dorian ni siquiera se manchó las manos, sino que manipuló la mente del desconocido para que hiciera todo el trabajo.

Apago la televisión.

Midnight salta sobre el respaldo del sofá. Lo miro con el rabillo del ojo. Parece tan adorable y suave como siempre, sin un solo rasguño como prueba de su batalla con el daemon. Pero en realidad sé que no debo fiarme de su apariencia achuchable y que podría matarme en menos de un pestañeo. Aunque sé que no lo hará.

Desvío la mirada hacia la puerta del dormitorio de Dorian.

Por la mañana, cuando me desperté, salí de su habitación directa a la cocina. Mi estómago me rugía y ayer descubrí que había comprado mis cereales favoritos. Él dormía en el salón, exactamente en el mismo lugar en el que horas antes nos habíamos besado... y hecho algo más. El caso es que, al oírme, Dorian abrió los ojos y levantó la vista.

No sé muy bien qué se le pasó por la cabeza, pero advertí cómo hacía un repaso de mis piernas desnudas. Después, con la misma cara que tendría alguien que lleva una semana sin ir al baño, se retiró a su dormitorio sin pronunciar ninguna palabra. Y cerró la puerta, por lo que imagino que no quiere ser molestado.

Quizás simplemente quería recuperar su cama y vio su oportunidad.

Al menos ahora yo tengo la televisión.

Por otra parte, puedo entender por qué Willa no se ha despertado aún, dado que ayer cuando llegó al apartamento tenía muy mal aspecto y es normal que esté durmiendo por el uso de la magia. ¿Pero Dorian? Son las 11:17 de la mañana, y aunque sea domingo, no ha dado señales de vida. ¿Será por sus heridas? ¿O estará despierto pero no quiere salir?

Miro a la alfombra, en el lugar exacto en el que nos besamos. Ayer no parecía muy dolorido por los arañazos. Los colores acuden a mis mejillas por el recuerdo y yo intento ocultarlo con mi pelo ante la atenta mirada de Midnight.

—No es lo que parece, ¿vale? —susurro.

Con esa inteligencia brillando en sus ojos, sé que me entiende. Aunque dudo que sepa la dirección que están siguiendo mis pensamientos.

Desvío la mirada hacia la pared de la entrada. A un lado, descansa mi maleta de gimnasio, la que Jasper trajo para después del exorcismo. Después de despertarme esta mañana, aproveché el silencio del apartamento para hacerla. Es hora de dejar de ser una parásita y volver a mi piso con Jasper. Le envío un mensaje diciéndole que dentro de un par de horas estaré ahí y él me informa de que está con Margot. Sonrío al pensar que hoy comeremos italiano.

Un reino de oscuridad y escarchaWhere stories live. Discover now