Capítulo 35 | Dorian

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Observo la mansión de piedra gris con plantas enredaderas escalando un tramo de la pared hasta perderse en una ventana sin cristales. La oscuridad que se adivina en su interior es atrapante; da la impresión de que, si miras demasiado tiempo, te engullirá. Dejo resbalar la vista hacia el jardín delantero, donde crecen un puñado de rosas negras que parecen estar muertas, aunque sé que no lo están. De alguna forma, son como una metáfora de lo que nos vamos a encontrar ahí dentro.

La Casa de los Susurros.

Nunca pensé que volvería aquí.

Una ligera brisa nos envuelve y besa nuestras mejillas. Aunque es imposible, creo escuchar las voces de los fantasmas en el suave viento.

Desvío la mirada un poco más arriba, hacia las dos torres que se encuentran en el patio interior y cuyos techos se alcanzan a ver desde aquí. Ese es nuestro destino.

—Lo mejor es dividirnos en parejas —propongo, centrando mi atención en los chicos—. Si vamos todos juntos, perderíamos tiempo y seríamos un blanco demasiado fácil, pero si nos separamos individualmente, nos volveríamos muy vulnerables.

—Tienes razón —afirma Willa. Jasper y Anya asienten.

—Como Willa y yo somos los que tenemos experiencia con los entes paranormales, yo sugiero que nosotros dos estemos en grupos separados. —Miro a Anya y a Jasper—. Vosotros elegís con quien queréis ir.

Ellos intercambian una mirada. Después, aunque no dicen nada, Jasper pone los ojos en blanco, como si pudiera adivinar las intenciones de Anya.

—Yo voy con Willa —anuncia él.

—Una cosa más —añade Willa, abriendo su mochila y tendiéndonos unos collares. Al tomar y observar uno, advierto que tiene colgado un pequeño botecito de cristal con una sustancia blanca en su interior—. La sal se utiliza como protección. Quizás no sirva de nada, pero llevadlos puestos por si acaso.

Los cuatro nos atamos los collares al cuello.

—Recordad —digo—. Tomaremos caminos distintos para ir más rápido. Torre más alta, en el patio interior. No toquéis el puñal. Si nosotros lo encontramos primero, enviaré un manto de poder para que sepáis que lo tenemos. Si lo encontráis vosotros... —Me detengo, sin saber cómo continuar. Willa no tendrá su magia y Jasper es humano. ¿Cómo nos comunicaremos?

—Me he encargado de eso —responde Willa, sacando una bengala de su mochila. Enarco una ceja.

—¿Algo más que quieras compartir con nosotros?

Willa niega con la cabeza, poniendo una mueca aburrida. Es posible que tenga alguna sorpresa más preparada en esa mochila. Apuesto a que son armas.

Nos decimos unas últimas palabras de ánimo y nos dirigimos hacia la mansión.

Cruzamos el jardín delantero con la sensación de estar siendo observados por cientos de ojos, llegamos hasta el porche y coloco la mano sobre el pomo de la puerta. Apenas rozo el frío metal cuando la puerta se abre con un crujido aterrador. Trago saliva. Ni siquiera llegué a girarlo.

El vestíbulo está oscuro, a pesar de que hace poco que ha salido el sol. Las paredes están cubiertas de una sustancia rara, como si fuera humedad o como si alguien se hubiera dejado un grifo abierto y el agua se hubiera filtrado hasta los niveles inferiores. Cojo una gran bocanada de aire. Todos los muebles, así como el suelo, están cubiertos de una película de polvo, como si hubieran pasado años desde la última vez que entraron aquí.

Si no fuera porque sé que el puñal con mis poderes está aquí, pensaría que los últimos que visitaron este lugar fuimos Bastian y yo.

Un nudo se forma en mi garganta al recordarlo.

Un reino de oscuridad y escarchaWhere stories live. Discover now