Capítulo 12 | Anya

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—¿Tulipanes blancos o gladiolos?

Dirijo la vista hacia las flores que muestra Margot, la madre de Jasper, para que elijamos uno de los dos ramos. Hoy es domingo de mercadillo, lo que se traduce a comprar nuevas plantas que intenten darle algo de vida al piso. Y ya de paso, todo aquello que Margot cree que necesita urgentemente para seguir viviendo, como un patito de goma para la ducha o una diadema para sujetar el pelo con orejitas de gatito.

—Gladiolos —digo yo.

—Tulipanes blancos —responde Jasper a la misma vez. Lo miro divertida y él me sonríe.

—Me quedo con las dos —expresa Margot a la dueña del puesto.

A pesar de estar hasta arriba de bolsas que ha comprado Margot, sienta bien hacer algo cotidiano y aburrido. Después de la noche del viernes, en la que Dorian, Willa y Midnight se quedaron hasta tarde en nuestro piso, agradezco los domingos de mercadillos acompañada de la madre de Jasper. Sin nada de traiciones, ni muertes, ni amenazas.

Ni misterios del pasado.

Prefiero no pensar en nada sobre quién pudo dejarme en el orfanato y por qué hasta que ellos descubran algo sólido. A una parte de mí le aterroriza lo que puedan hallar, pero otra parte titila con emoción.

Suspiro. Solo falta que Jasper me confiese que tiene una nueva cita con alguien que no conozco y ya está, pensaría que todo ha vuelto a la normalidad.

Creo que Jasper también aprecia esta paz transitoria, porque no hemos vuelto a tocar el tema de Dorian desde que él abandonó nuestra casa. Lo puse rápidamente al día de lo que había pasado en la cafetería y no hemos hablado sobre él de nuevo, como si temiéramos que pronunciar su nombre fuera a invocarlo.

Mientras preparan las flores y Margot saca la cartera para pagar, Jasper se acerca a mí y pega su boca a mi oreja para que su madre no lo oiga.

—Si no nos vamos ya, me temo que va a comprar el mercadillo entero.

Le doy un codazo juguetón en el estómago.

—Va a oírte —lo advierto intentando reprimir una sonrisa.

—Ojalá. ¿Quién crees que va a cargar todo eso?

—Jasper, cariño —lo llama Margot, volviéndose hacia nosotros con las flores en las manos—, ¿puedes llevar esto?

Jasper me lanza una mirada que parece gritar "te lo dije". Mi mejor amigo se acomoda las bolsas que ya estaba cargando y sujeta los tulipanes y los gladiolos como puede. Ya casi no se le ve. Como sigamos así, temo que desaparezca entre montañas de compras.

Intentaría ayudarle, pero yo estoy exactamente igual que él. A veces pienso que a Margot le gusta venir al mercadillo con nosotros solo para que seamos quienes llevemos sus cosas, y es que ella tiene sus brazos vacíos a excepción de su bolso.

—Mamá, ¿y si nos vamos ya? —sugiere Jasper.

—¿Ya? —se sorprende ella—. Pero si acabamos de llegar.

Después de asegurarse que sus compras están a salvo y que nada se nos va a caer, se dirige al siguiente puesto. La observo mientras estudia la mercancía, como si estuviera pensando qué cosa merece su dinero y hasta cuánto está dispuesto a pagar por ello.

Margot tuvo a Jasper siendo joven, así que eso nos hace cercanos en edad en comparación con la mayoría de los padres con sus hijos. Jasper sacó de ella su pelo rubio y su bondad, por lo que ambos ven lo mejor de las personas sin plantearse si tienen intenciones ocultas. Creo que por ese motivo no me vio como una posible mala influencia para Jasper, pues yo era alguien que él había acogido de la calle, sino que lo apoyó.

Un reino de oscuridad y escarchaWhere stories live. Discover now