Capítulo 24 | Anya

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Nuestra vuelta a Nueva York ocurrió sin más incidentes.

Naga no nos hizo prisioneros ni nos transformó en serpientes, sino que nos dejó marchar. Creo que estaba ansiosa por perdernos de vista. Y nosotros a ella, también.

Pensé que Shiva y Jichi nos acompañarían hasta la laguna en la que se encontraba el portal, pero no fue así. Nos despedimos de ellas en los límites de la aldea y después emprendimos nuestro camino. Aun así, no pude quitarme de encima la sensación de estar siendo observada durante el trayecto. Imagino que Naga quería asegurarse de que realmente nos íbamos y mandó a sus guardias vigilarnos.

Cuando estuvimos solos, Dorian no mencionó nada del baile de máscaras ni de la advertencia de Naga. Yo tampoco. De alguna forma, si no lo nombrábamos, era como si nunca hubiera pasado. Y sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que había dicho, en mis padres y en cómo podría estar yo relacionada con los immortālis. Era como el elefante rosa en la habitación.

En esta ocasión, cuando nos lanzamos a la laguna, no nos sujetamos de la mano. Sentía que de repente había un muro entre los dos; y sí, yo había puesto los ladrillos y el cemento, pero él había seguido la construcción.

Llegamos a Central Park igual que nos fuimos: a través de un embalse, empapados, fríos y luchando contra la corriente. Pero al menos ninguna de las mascotas de Naga me mordió el muslo.

A nuestra vuelta, Jasper nos estaba esperando en nuestro apartamento. Estaba preocupadísimo porque habían pasado dos días sin saber nada de mí. Deberíamos haber regresado el mismo día que nos fuimos, el lunes, pero Naga nos había entretenido hasta el miércoles. Y no habíamos tenido forma de avisar de nuestro atraso.

Dorian alegó algo de que iba a hablar con Willa y ver cómo estaba Midnight, así que me dejó sola con Jasper. Imagino que, en realidad, era para darnos intimidad. Ante la ceja enarcada de Jasper, le conté la versión resumida de todo lo que había pasado: la princesa de la serpiente estaba de cumpleaños y quería que nosotros fuéramos sus invitados. También le dije las últimas palabras que nos había dedicado.

Sin embargo, no le mencioné que había habido un baile ni que había ido con Dorian.

Me sentí un poco culpable, ya que siempre le cuento todo a Jasper —o casi todo, teniendo en cuenta que tampoco le había confesado las pesadillas que me frecuentaban cada noche—. Pero eso me lo quise quedar para mí. Que fuese solo algo de Dorian y mío hacía el recuerdo más íntimo... y hacía que me cosquilleara el corazón, aunque fuese una emoción extraña, pero agradable.

Jasper me puso al día de lo que había ocurrido esos dos días en Nueva York. Por suerte, ningún daemon había aparecido en nuestra ciudad. Tampoco habían aparecido nuevos cadáveres en Central Park —lo cual era normal, ya que su asesino estaba conmigo—. Willa había tratado de recabar noticias nuevas de Asher, pero no había hallado nada, lo que indicaba que el rey de la Corte Zafiro se había ido o no quería que lo encontrasen.

Suspiré, aliviada. Al menos el mundo no se había ido a la mierda mientras no estábamos.

Al volver a clase, descubrí que nada había pasado en mi ausencia.

O sea, nada de nada.

Si algún profesor había impuesto alguna tarea, yo tenía un diez aunque no la había entregado. Mis compañeros no recordaban mi ausencia. Y no tenía ni una falta de asistencia. De alguna forma, supe que Dorian y su control mental habían tenido algo que ver, pero a él no lo vi por la universidad.

Tampoco supe nada de él en los días siguientes.

Casi era como haber vuelto a mi vida normal antes de haber conocido a Dorian.

Y cuando me fui a dar cuenta, había pasado una semana.

Un reino de oscuridad y escarchaWhere stories live. Discover now