Capítulo 10

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Seis años más tarde

En un caro restaurante, en medio de un romántico ambiente adornado con tenues velas y acompañado de un majestuoso piano, miraba un tanto soñoliento cómo mi pareja, un hombre cálido, sincero y de fiar con quien llevaba saliendo dos años, me observaba emocionado mientras me relataba su largo día en el «trepidante» mundo de las finanzas.

Me sentí tentado de bostezar, y en más de una ocasión por poco no caí desmayado
encima de mi comida, pero eso era algo que con el tiempo había conseguido disimular con una enorme y falsa sonrisa. Él continuó con su incesante perorata mientras yo, como siempre que me aburría, comenzaba a divagar en mi mente.

En este caso me entretuve en repasar las cosas que tendría que hacer cuando llegara a casa: lo primero, poner una lavadora. Luego, cambiar las sábanas de las camas, repasar los deberes de Baekhyun, ordenar la pequeña montaña de calcetines sueltos que iba acumulando por falta de ganas de emparejarlos en su momento…

Mientras rememoraba mi interminable lista de tareas, me pregunté a mí mismo por qué cada vez que salía con Insung mi corazón no se aceleraba, mis sentidos no se agitaban y no notaba ese típico cosquilleo en el estómago producto del nerviosismo, la ansiedad o el deseo de pasar tiempo con la persona amada, sino que lo único que experimentaba era una gran somnolencia.

Tal vez fuera el cansancio de mi ajetreada vida como papi soltero, el trabajo, mi hijo, mis molestos hermanos, que cada dos por tres estaban en mi casa incordiando…
Pero ninguna de las excusas que le puse a mi privilegiada mente terminó de convencerme del motivo por el cual no sentía nada cuando estaba cerca de ese hombre.

Examiné mentalmente nuestra historia de amor, dándome cuenta de que era de lo
más simple y sosa. Aunque, tal vez, después del fracaso con JongIn, Insung era lo que necesitaba mi maltratado corazón. Tropecé con él un día en el lugar donde yo solía almorzar y, desde ese momento, todos los días comimos juntos.

Después de un tiempo, comenzamos a salir como amigos, íbamos a un viejo cine a ver películas antiguas en blanco y negro de las que a él le gustaban, a los rastrillos a buscar monedas antiguas y.al parque a dar de comer a los patos…

¡Dios! ¡Con treinta años éramos un par de viejos! No, rectifico: los viejos se divertían más que yo, prueba fehaciente de ello era la postal que mi abuela me había mandado desde Hawái en su último viaje con sus amigas. Como consecuencia de eso, reflexioné seriamente hacia dónde me llevaba esa relación, y quise huir antes de que Insung comenzara a hablar nuevamente de sus cifras y sus acciones.

Pero, de repente, él pareció percibir mi agobio y se comportó como un perfecto caballero, disculpándose a su manera por hablar de trabajo y cambiando de tema. Y, como siempre, yo no pude dejarlo solo o decirle adiós como tal vez debería haber hecho hacía tiempo.

—¿Te aburro? Es comprensible, todo esto es demasiado difícil para ti, lo siento, cariño —dijo mientras cogía amablemente una de mis manos. En ese momento quise decirle que mi cociente intelectual era muy superior al suyo, y que la mitad de las veces que me hablaba de sus cálculos, éstos estaban mal.

Pero, tras ver su bondadoso gesto, decidí que lo mejor era no pagar mi mal genio con la persona equivocada. insung no era un hombre muy fuerte, era de frágil presencia, pero también bastante atractivo con su rostro angelical, unos afables ojos negros y un bonito pelo castaño.

Un hombre que siempre tenía palabras amables para mí, y lo más importante: siempre se podía confiar en él y nunca hacía nada impredecible. O eso, al menos, era lo que yo pensaba, hasta que cogió mi mano entre las suyas y atacó nuevamente ese tema de conversación que yo había intentado evitar hasta la fecha.

Él vil principe (KaiSoo)Where stories live. Discover now