Capítulo 5.1

220 35 3
                                    

Desde esa noche no dejaba de esquivar a JongIn en el hospital en todo momento, con la aterradora idea de un posible embarazo en mente, ya que lo poco que había llegado a recordar esa semana me hacía pensar que sus palabras eran ciertas y que finalmente, embriagado por el alcohol, había accedido a hacer realidad todos los sueños que siempre me habían perseguido desde la adolescencia con el perfecto Kim JongIn.

Lo cierto era que, si me acercaba a hablar con él, tal vez éste podía contestar a alguna de esas preguntas que tanto me intranquilizaban sobre aquella noche. Pero eso sería pedir demasiado, y más aún cuando él, ante mis intentos de poner distancia entre nosotros, simplemente sonreía maliciosamente y me permitía alejarme sin problemas.

Mientras trataba de realizar mi trabajo en el hospital no podía dejar de pensar en lo
que ocurriría si estaba verdaderamente embarazado de ese hombre, lo cual me distraía enormemente de cada uno de mis cometidos. ¿Qué haría JongIn si recibiera la noticia de que iba a ser padre?

Seguramente, como siempre simulaba ser el hombre perfecto, me pediría que me casara con él para cumplir con su deber, pero eso no era lo que yo deseaba… Yo sólo quería casarme con el hombre al que amara y, para mi desgracia, mi confuso corazón todavía sentía algo por ese individuo, aunque yo intentara enseñarle a no cometer dos veces el mismo error.

Caminaba distraídamente por el hospital cuando observé que Jonhy estaba haciendo una de las suyas junto a la escalera, así que me dirigí apresuradamente hacia él para advertirle acerca de lo peligrosos que podían llegar a ser esos estúpidos juegos.

Pero mientras me acercaba a mi infantil compañero de juegos, lo vi tropezar y, antes de que llegara a caerse por la escalera, sin preocuparme por otra cosa que no fuera ese pequeño al que tanto adoraba, me abalancé sobre él y lo protegí de la caída rodeándolo con mi cuerpo.

Ambos nos sentimos caer y llegamos con un sonoro estruendo al pie de la escalera, pero ninguno de los dos sentimos daño alguno en nuestros cuerpos. Cuando abrimos los ojos descubrimos el motivo: Kim JongIn, ese hombre al que en ocasiones ambos podíamos llegar a detestar, permanecía inconsciente debajo nuestra y todavía nos sujetaba entre sus fuertes brazos, protegiéndonos del peligro que habría supuesto una caída así para nosotros.

Cuando me recuperé de mi asombro, le ordené a Jonhy que corriera urgentemente
en busca de ayuda mientras yo me quedaba atendiendo a JongIn, que a veces llevaba a cabo acciones que volvían a convertirlo en el hombre con el que yo tantas veces había soñado.

No lo moví de su sitio para no empeorar sus lesiones, tomé su pulso y comprobé que respiraba. Y, mientras observaba superficialmente sus heridas, él recobró la
conciencia por unos instantes tan sólo para preguntarme:

—¡Kyungsoo! ¿Estás bien, tienes algún daño? ¿Y Jonhy? ¿Está bien?

—Los dos estamos perfectamente, no te preocupes, JongIn —le respondí, intentando calmar su inquietud.

—¡Gracias a Dios! —suspiró él—. Recuérdame que os castigue más tarde. Por imprudentes… —añadió, volviendo a caer en la inconsciencia poco después.

—Y luego te preguntas por qué en ocasiones te veo como un hombre perfecto… —declaré besando tiernamente sus labios sabiendo que él nunca me permitiría que lo considerase un hombre sin defecto alguno, aunque JongIn fuera así para mí.

La hazaña de JongIn en el hospital sólo sirvió para aumentar aún más su popularidad entre las personas que trabajaban allí y alguno que otro de sus enamoradizos y enamoradizas pacientes.
Pero, para desgracia de todas ellas, cuando JongIn estaba enfermo dejaba de aparentar ser un hombre dulce y amable y sacaba a relucir su malicioso carácter, que conseguía espantar a todo el mundo.

Él vil principe (KaiSoo)Where stories live. Discover now