SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS

Start from the beginning
                                    

Un flashback llegó a mi mente y fue muy tarde cuando quise salir de él: La casa estaba llena de sangre, ninguno la había limpiado. Yo quería su abrazo, pensaba que ambos podíamos consolarnos, que los dos debíamos ser fuertes para mis hermanos. Pero mi padre tenía otros planes y todo pasó muy rápido. De pronto, él estaba sobre mí quitándome la ropa interior, manoseándome mientras repetía el nombre de mi madre: «Salomé, Salomé, Salomé». Eso hasta que se encontró con mis ojos y supe que se había dado cuenta de que era yo. «Eres una asesina, por tu culpa murió. Debiste morirte tú que no aportas nada en esta casa, y no Salomé. Tú deberías estar muerta», no recordaba sus palabras ni tampoco recordé hasta esa noche, que mi padre, el primer día que dormimos sin mi madre, no solo intentó violarme, sino que también me ahorcó.

Intenté salir de esos pensamientos y mi brocha tomó el control de mi mente, de mi cuerpo y de la atmósfera, mientras recordaba lo que por tanto tiempo suprimí. Las manos de mi padre alrededor de mi cuello, su olor a alcohol impregnándome el alma, y la desesperación por querer respirar. Me estaba asfixiando y la presión no disminuyó. Después de unos segundos de angustia, decidí no luchar. Al final, acepté mi muerte. Ella había muerto por mi culpa y si yo era su asesina, también merecía morir, pero cuando sentí que estaba perdiendo la conciencia, entró Erick a quitármelo de encima, sin saber que mi deseo era irme. Irme por fin.

El dolor y la rabia fueron tan abrumadores, que por un instante, sentí ese mismo deseo de años atrás, esas ganas de poder descansar para siempre.

La pintura se convirtió en mi refugio. En la única forma de expresar lo que estaba sintiendo. De mostrar mis sombras, mis demonios, mi pasado, la oscuridad que arrastro y que se mengua con las pinceladas furiosas, pero no son suficiente. El dolor no se va. Hubiese preferido no recordar.

Durante todas las terapias intentamos descubrir el punto de quiebre, el momento que generó el trauma, y de dónde provenían mis pesadillas. No fue un solo suceso. Mi madre murió, y mi padre no solo intentó tocarme... también intentó quitarme la vida diciéndome que la «asesina» era yo.

La necesidad de dejar de recordar fue inundándome. No lo entendía, ¿por qué quería matarme?, ¿cómo era capaz de odiarme tanto?, ¿en realidad sí era yo esa asesina? La rabia y el dolor seguían latentes, y me limité a pintar sobre mi reflejo, sobre mi silueta, sombras inconclusas en un cuadro que una vez compraron y que para mí no significaba nada. Un cuadro que contenía mis ahogos, mis tinieblas, lo peor de mi existencia... y con la necesidad de liberarme de mis sentimientos, me di cuenta de que no podía. La pintura no me estaba sanando, me estaba hundiendo más. Estaba agotada física y emocionalmente sumergiéndome una y otra vez en lo peor de mí, y sin poder parar. Pinté y pinté rememorando esa escena, sus manos sobre mi cuello, y sus ojos color miel mirándome con indignación mientras pronunciaba: «Eres tú quien debió morir. Asesina» y comencé a ahogarme, como si estuviera pasándome en la realidad, como si esa escena estuviese ocurriendo y mi padre estuviera frente a mí, quitándome la vida.

Y de pronto, dejé de pensar, no conseguí nada en mí. O tal vez conseguí demasiado y allí estuvo el problema. La pintura había tomado un tono oscuro que reflejaba mi interior, y quise continuar, como si de alguna forma pudiese sacar todo lo que estaba atrapado en mi interior y encerrarlo dentro del lienzo.

Sentí que mis lágrimas se mezclaban con la pintura, pero no me detuve. Seguí pintando como si fuera la única forma de poder liberarme de lo que estaba sintiendo. Estaba fuera de mi centro cuando escuché su voz y solo entonces pude detenerme. Miré el lienzo con tristeza, como quien sabe que ha cometido un error y no puede devolver el tiempo para arreglarlo. Mis rodillas flaquearon y caí al suelo, la voz seguía hablándome y de cierta forma lograba apaciguar mis pensamientos, pero no lo suficiente. Miré el cuadro como cuando observas lo que hay dentro de ti y descubres que perdiste algo importante, algo que jamás regresará.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now